martes, 31 de mayo de 2011

Capítulo II de El Alma: Un Viaje

El fuego lamía la cúpula de la Cámara de los Orígenes. En la base se arremolinaban cruzados, teúrgos, iniciados y sirvientes por igual, intentando extinguir las llamas. En el puente donde antes habían presenciado la explosión Ka y Shinji, ahora solo había sombras y viento. Cuando el fuego estuvo por fin controlado, el Alto Cruzado Akin Hillzone dirigió la búsqueda de rastros de la explosión.

Hillzone era ya viejo y cansado, pero pese a sus sesenta y ocho años, estaba curtido en la guerra y su experiencia era vasta. Mientras sus hombres rebuscaban entre los escombros él sopesaba los daños de la estructura principal mientras se mesaba la perilla blanca. Los contrafuertes se mantenían firmes, pero toda la estructura esférica se había colapsado, aplastando estatuas y el atrio bajo ella. Tendría que dar órdenes a los constructores para que al menos despejasen los escombros lo antes posibles. También deberían cubrir el agujero con lonas, en vitaem las lluvias eran especialmente abundantes en la capital.

Se encontraba mirando hacia arriba cuando uno de sus hombres se acercó con dos objetos:

-Este lo hemos encontrado bajo una losa enorme, señor, no creemos que estuviese aquí abajo durante la explosión y la verdad, no podríamos reconocer que es.

-Eso es simplemente es chapado en oro de las filigranas de las balaustradas de fuera que se han fundido con el calor de la explosión, soldado. No malgaste mi tiempo con esas minucias- dijo con voz irritada.

-Perdone señor. ¿Entonces este otro? No parece haberse fundido.

Hillzone cogió el cilindro de metal completamente calcinado por los extremos. Reconocía el objeto, era un "dedo de fuego". Fabricado por alquimistas, consistía en un cilindro de metal con dos cámaras estancas separadas entre sí por una pared de arcilla. En cada cámara tenía un compuesto que si se mezclaban reaccionaban de manera explosiva. Mediante una aguja muy larga en un extremo se perforaba la pared de arcilla. Una vez retirada la aguja se tenía un margen de uno o dos minutos antes de la reacción. Era un artilugio creado para las minas de estaño y oro, jamás se imaginó que podría ser usado para esto.

Supuso que el cilindro se encontraba por el interior de la cúpula, ya que se encontró debajo de la losa. Eso quería decir que había habido un sabotaje desde dentro de la Cámara y que por tanto todos aquellos que tenían acceso a ella eran sospechosos. Eso no era lo peor, una pregunta le rondaba la cabeza: ¿qué querían conseguir volando la cúpula?

Al otro lado del muro del Santo Templo, con la colina de Montemar en el horizonte, yacía Shinji dormido. Según amanecía se despertó. Estaba en una cama extraña que por un momento no recordaba. Según su mente se desperezó, las memorias le llegaron. Había escapado del Santo Templo justo después de la explosión de la cámara casi en volandas. Ka le había agarrado por la cintura y se había precipitado al vacío desde el puente. Con la impresión del salto y el aire que entraba a raudales por su boca abierta se le hizo imposible gritar. Sin embargo, Ka aterrizó suavemente sobre el césped del jardín, casi sin hacer ruido. Soltó a Shinji en el suelo y lo agarró de la mano. Lo hizo correr hasta el borde de la muralla dónde ya no había ningún guardia, todos se encontraban apagando el fuego de la cúpula. Aprovechó entonces para saltarla limpiamente, como quien salta un seto.

Lo último que recordaba era una carrera por las calles de Padiilia Realeigh hasta una posada sucia y destartalada llamada La Cabeza del Protoceras. Allí Ka pagó una habitación y Shinji, al tumbarse en la cama cayó rendido de sueño. Aún pensaba que era un sueño cuando Ka se acercó al borde de la cama.

-¿Has dormido bien, pequeño?

-Ehm, sí...eso creo-dejó escapar un bostezo y se frotó un ojo con el puño izquierdo.

-Debemos partir inmediatamente. A estas horas ya habrán descubierto el dedo de fuego y habrán notado tu desaparición. Es increíble como los orgánicos os dais prisa cuando ocurren las desgracias.

-No creo que me busquen aún -dijo con voz adormilada-. Los rezos de la mañana no empiezan hasta las ocho. ¿Qué hora es?

-No sabría decirte. Aquí no hay reloj como en el Santo Templo. ¿Te lo puedes creer? Ese reloj de la fortaleza me da escalofríos, es como ver un cadáver rectangular.

-Para ser un experto en fugas y en misiones de sigilo eres muy hablador, ¿no crees?

-Paso mucho tiempo solo debido a mi profesión. Es normal que me guste hablar con alguien de vez en cuando, ¿no? No todos vamos a ser el típico estereotipo de guardián silencioso taimado y sin escrúpulos. Al fin y al cabo cumplo mi trabajo con la misma eficacia que esos otros, solo que también disfruto de una agradable conversación de vez en cuando.

Las tripas de Shinji rugieron cortando la charla de Ka casi de golpe. El praetoc entonces se levantó todo lo alto que era y se encaminó a la puerta.

-Veo que tienes hambre, te traeré el desayuno, aún nos queda tiempo.

Cuando Ka desapareció de la habitación, Shinji se levantó de la cama. Se dio cuenta de que aún llevaba el camisón de dormir de la noche anterior. Echó un vistazo a la pequeña habitación y descubrió un armario ropero. Pero no había ropa en su interior. Se dirigió a la puerta de la posada y espió un poco a través de la rendija. El pasillo estaba desierto. De repente, Ka apareció en su campo de visión como una exhalación. Shinji emitió un gritito de sorpresa.

-Perdona, pequeño. No pretendía asustar-abrió la puerta y entró con una bandeja repleta de todo tipo de comida-. No deberías salir sin mi protección. Puede ser peligroso. Toma, aquí tenemos el desayuno. Le he pedido al posadero todo lo que desayunáis los orgánicos. Me ha mirado raro y luego me ha dado esta bandeja. Hay cosas verdaderamente raras para comer, ¿qué es ese líquido blanco?

-¿Esto? Creo que es leche de protoceras -cogió la jarra de leche y se llenó un vaso. Bebió con avidez-. No, es de saurio navaja, pero está muy rica. Es muy dulce, ¿quieres probar?

El praetoc se encogió de hombros y se sirvió un vaso. Shinji estaba expectante para ver si su estratagema surtía efecto. Sin duda, Ka se quitaría el velo para poder beber. Sin embargo, el praetoc solo se apartó ligeramente el cuello de la capa y derramó su contenido por una abertura minúscula en su pecho. Shinji estaba aún más intrigado y ahora tenía una cara de perplejidad completa.

-Es cierto. Deliciosa. En mi país no tenemos este líquido. ¿De dónde procede?

-Viene de las ubres de una hembra de saurio navaja. Se la ordeña y sale la leche que luego se cuece. Dime, ¿cuál es tu país, Ka?

-Aym, ¿cuál si no?¿Tus tutores no te han enseñado geografía e historia pequeño?

-Claro que sí, conozco todas las escrituras de Daigon, la historia del Santo Profeta y ayer me confiaron la historia de las Tablas de Daigon -confesó el niño orgulloso.

-No la historia de tu religión, historia contemporánea. El nacimiento de los países, las distintas razas, las guerras, los gobernantes...

-Pero, no hay más historia que la que cuentan los textos sagrados y la que enseñan los teúrgos. Al menos eso es lo que dicen todos, hasta mis compañeros.

-Vaya, los orgánicos de este país son sometidos estrictamente a un régimen de desinformación constante por lo que veo. Así os tienen mejor controlados -dejó escapar un suspiro de resignación-. Aym, el Imperio Dorado, es el país de donde provenimos los praetocs. Está más allá de la corriente Alleria, en el continente de Rondiana, que vosotros denomináis como "continente en la sombra". Es inaccesible para vosotros por vuestros medios, sin embargo nosotros podemos atravesar la corriente Alleria con facilidad.

-No sabía de ese continente-admitió Shinji, aunque lleno de curiosidad-. Conozco Alleria , Cassinia , Walvia y las islas de Danoria. Pero nunca me hablaron de Rondiana.

-Probablemente quisieron ocultar nuestra presencia para evitaros conocer la verdad del Día del Engranaje. En fin -la voz de Ka sonaba cansada-, no puedo iluminar a todo un país. Eso es trabajo de vuestros gobernantes. Además, nuestra política es la de no intervención así como la de no hablar de nuestras tierras a ninguna otra raza.

Un silencio incómodo llenó la instancia durante un momento. Luego Shinji recordó el hambre y comenzó a comer. En la bandeja había además de la leche, pan, queso, varias frutas, salchichas, trozos de pescado marinado, un cuenco de gachas con miel, varias verduras rebozadas en azúcar (típico desayuno bonmer) y huevos duros de varias clases. Shinji devoró la gran mayoría aunque dejó de lado el pescado, muy típico de los ictiones, y las verduras (en azúcar o no, eran verduras, y como cualquier niño Shinji las aborrecía).

Ka le observó durante todo el desayuno, atento a su expresión para saber si le gustaba el desayuno. Cuando Shinji terminó y vio su sonrisa de satisfacción se sintió aliviado.

-¡Delicioso! Esto...¿Ka?

-Dime, pequeño.

-¿Por qué huimos?¿Hacia dónde vamos?¿Quién te ha enviado para protegerme?-La batería de preguntas salió de su boca como flechas de ballesta.

-Son preguntas lógicas, pero -la voz de Ka se tornó ligeramente triste- , me temo que no puedo decirte quién me ha mandado protegerte. Sólo puedo decirte que es muy poderoso y sabe el potencial que hay en tu interior.

-¿Potencial?-el praetoc se revolvió inquieto tras dicha pregunta.

-Portas runas, ¿verdad, pequeño?

Shinji levantó la mano derecha y la izquierda, mostrando dos símbolos. Luego se apartó el pelo de la frente mostrando una tercera y por último se bajó el cuello del camisón, mostrando una cuarta en el pecho. Mientras, Ka iba hablando.

-¿Ves? La de tu mano derecha es Iluminaria inversa, la runa invisible. La de tu mano izquierda es la llamada Cruz de Daigon, lógica de tu orden pero es demasiada coincidencia que la poseas. La de tu frente -Ka rozó con el guante el símbolo-, se trata de Apoca, una runa muy poderosa para aquellos que puedan usarla. Pero tu potencial está aquí, en tu corazón -puso la palma de su mano en el pecho del niño y Shinji se estremeció ligeramente-. Eres el señor de las bestias. Esta runa se conoce como Asmonia.

-¿Señor de las Bestias?

-Llevas recluido cerca de siete años en una fortaleza donde no tienes ningún contacto con animales. ¿Recuerdas algo de tu vida anterior?¿Recuerdas algún incidente con animales?

-¿Con animales?

Shinji intentó hacer memoria. Recordó vagamente un episodio en el castillo de Wirlain. Él era casi un bebé todavía de sólo tres años. Corría siempre por todos los pasillos que encontraba y su niñera tenía que correr siempre detrás de él.

El castillo de Wirlain era famoso por encontrarse en lo alto de un risco frente a la vasta inmensidad de la llanura astrana, como una isla en medio de un mar verde. Por lo tanto, más allá de las murallas sólo había una caída al vacío.

Un día, mientras Shinji corría por una de las murallas un fuerte viento le hizo desequilibrarse y cayó de bruces. La niñera, creyendo que se precipitaría al vacío corrió a socorrerlo con tan mala fortuna que tropezó con una piedra suelta y empujó también a Shinji. Ambos se colaron por una rendija de la balaustrada pero Shinji consiguió aferrarse a la cornisa. Vio como su niñera se estampaba violentamente contra los riscos del fondo y como rodó hasta que casi dejó de ser visible.

Shinji lloró y gritó de angustia y miedo. Quería subir pero su fuerza de niño no soportaba aún el diminuto cuerpecillo. Se estaba quedando sin aire para gritar y sin fuerzas para agarrarse cuando una bandada de carroñanos se empezaron a congregar en la balaustrada. Su plumaje negro y sus ojos azules destacaban con el rosa del atardecer de la costa astrana. Súbitamente, los carroñanos se lanzaron en picado a él haciéndole daño en los dedos para que cayera. Cuando Shinji no lo soportó más dejó su cuerpo en manos de la gravedad.

Según caía, las lágrimas se le escapaban a toda velocidad mientras cerraba los ojos. Pero no cayó ni tres metros cuando súbitamente se paró en seco. Abrió los ojos y miró hacia un lado. Un saurio navaja había sacado la cabeza por un ojal de la muralla para agarrarlo por la chaqueta de cuero con sus dientes. Con esfuerzo, el animal consiguió meter de nuevo al crío en el interior del castillo. A los diez minutos los mozos de cuadra llegaron corriendo a por el saurio que se había escapado de las caballerizas, rompiendo las vallas que lo guardaban. Pero no sólo encontraron al saurio acurrucado, si no que en su regazo estaba el cuarto hijo de Lord Lirio, llorando desconsoladamente rodeado de carroñanos que cantaban como si quisieran acunarlo.

Al día siguiente, su padre acordó con el teúrgo del castillo el ingreso de Shinji en el Santo Templo de Daigon , en Padiilia Realeigh, la capital de Padiilia.

-Sí, recuerdo vagamente algunas cosas. Pero creí que eran fruto de la casualidad.

-La runa en tu pecho lo atestigua, pequeño -lo agarró por el hombro de forma reconfortante-. Los animales no sólo siguen tus órdenes sino que te protegerán. Consiguieron encerrarte en el Santo Templo, alejado de animales para que no conocieras tu potencial y para poder usarte en el momento que ellos precisaran. Sin embargo quien me envió decidió que debías de huir de tu prisión.

-¿Con qué razón? Si tan poderoso soy...-Shinji pensó con detenimiento su siguiente pregunta, pero decidió hacerla-. Querrá utilizarme, ¿verdad?

-Es lógico que tengas cierto recelo, pero deberías darle un voto de confianza. Pese a que él me enviase yo he jurado protegerte, y el juramento es en ambos sentidos. Te protegeré de ellos tanto como de mí mismo y mis superiores si hace falta.

-Entonces, vamos a ir a ver a tus superiores, ¿verdad?

-Cierto, vamos a Aym pequeño.

A Aym, un país del que acababa de oír hablar. Quería saber más sobre él, el propio nombre que Ka había usado para él le atemorizaba. "El continente en la sombra".

-Pensé que ningún forastero podía entrar en Aym.

-En tu caso deben hacer una excepción. Debemos partir hacia Portoculls, en Ëthrell. Desde allí tomaremos un barco hasta Kithael, la capital de Kurbogia. Allí será donde encontremos el camino hasta Aym.

-Entonces, el viaje es inevitable, ¿no? -Shinji meditó durante un momento y se le vino un idea aterradora a la cabeza. No quería pensar en ello pero si iba a emprender ese viaje debía saber a costa de qué lo hacía-. ¿Qué harán los que me persiguen si consiguen dar conmigo?

-Probablemente asesinarte -contestó Ka sombrío. Se dirigió a la cama y se sentó, haciendo que el chiquillo se sentase junto a él-. Verás, esa runa con la que naciste, es especial. Asmodia es conocida como una Runa Maestra. No son como las marcas con las que nace una pequeña parte de la gente, son algo más. Mientras que algunos privilegiados nacen con tres o cuatro runas, estas suelen ser de nivel básico o medio. Otros tienen la suerte de nacer con avanzadas. En tu caso tienes la suerte de contar con una de cada una, pero la desgracia de contar con una maestra -acarició el pecho de Shinji y el chiquillo se ruborizó-. Una Runa Maestra o se nace con ella o se transmite. Cuando alguien que la posee muere, ésta se transmite a los seres vivos de su alrededor. Si no hay nadie presente, desaparece. Es sólo momentáneamente porque entonces un bebé nace con ella. Hace diez años y doscientos tres días que su portador murió en las Tierras Baldías del sur, solo. Eso fue diez días antes de nacer tú.

-¿Cómo sabes eso?¿Cómo me conocéis tan bien? -El conocimiento tan vasto del que hacía gala Ka le fascinaba y le atemorizaba a partes iguales. Se sentía espiado. Aunque habiendo vivido en el Santo Templo de Daigon la sensación de ser espiado permanentemente era la más normal del mundo.

-En Aym se tomaron muy en serio el fenómeno rúnico desde que surgió hace ciento treinta y tres años. Han dedicado casi cien años a estudiar y catalogar todas las runas existentes, en especial las conocidas como Runas Maestras.

-Entonces hay varias, y supongo que no son todas iguales.

-Supones bien, pequeño -se levantó y abrió la ventana para que entrase el frescor de la mañana. El aire de la habitación se llenó del perfume de las irisonias y las dedaleras-. Sin embargo desconozco el motivo por el cual buscan tu runa. Es evidente que planean usarla, por lo tanto intentarán matarte. Siento asustarte -Ka se acuclilló y miró a los ojos de Shinji-, pero creo que debes de estar advertido, pequeño.

-Tengo ya diez años.

-¿Perdona? -preguntó confundido.

-Que ya tengo diez años, no me llames pequeño -sentenció Shinji con un mohín, mientras cruzaba los brazos y se enfadaba.

-¡Ah, pero si no te llamo pequeño por tu edad! -Ka se "carcajeó" durante un buen rato-. Lo digo por tu estatura, que, aunque hayas crecido mucho, te sigo sacando metro y medio.

Shinji miró hacia otro lado ofendido de esa manera que sólo los niños pequeños pueden ofenderse. Tras un rato de oír reír Ka, se acercó a él y le agarró de una mano.

-Está bien, vamos. Pero antes prométeme dos cosas.

-Adelante -agarró la mano de Shinji mientras le penetraba con la mirada-.

-Protégeme con tu vida.

-Eso no hace falta que lo prometa, ya lo hice.

-¡Pero quiero que me lo prometas a mí!¡Tus superiores me dan lo mismo en este momento! Necesito saber que confías en mí y yo necesito confiar en ti.

-Está bien, lo prometo. ¿Cuál es la segunda?

-Que me consigas ropa, se me está congelando la picha.

Ka le miró confuso y, cuando entendió la segunda parte, casi se cae de la risa.

jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo V de Purgatorio: El príncipe

-Hay que continuar con los experimentos, pero parece que algunos se te están empezando a escapar de las manos, mago- el joven señor levantó la copa de cristal de Tyran y removió el licor de su interior.

-Mi señor, actualmente hay cuatro proyectos paralelos desarrollándose a la vez, no espere que pueda seguir todos y cada uno de ellos -el mago, con su sempiterna voz aterciopelada, se entretenía con una flor en su mano mientras estaba sentado en la fuente del jardín. Constantemente hacía marchitarse y florecer a la pobre glácida-. Además, los hermanos Uhlkson habían sido desechados del principal hace dos estaciones. Han sido tus espías los que no han conseguido mantenerlos a raya.

El jardín de palacio de Ëthrell se encontraba casi colgando del risco norte donde se emplazaba la fortaleza-palacio de Aure'nast. Allí se podían encontrar miles de especies únicas recogidas cuidadosamente por cada uno de los reyes de Ëthrell, pero especialmente por Amadeus IV el Naturalista. Medía unos cien metros de ancho y largo y una hermosa fuente de mármol presidía su centro. El jardín, como era de esperar, era de disfrute privado de los monarcas de Ëthrell y de su familia, por lo que el joven señor se encontraba solo con su vasallo, sentado en una mesita de fino hierro forjado disfrutando de una copa de licor de nueces verdes.

Johan Sebastian nal Ëthrell'n'aureum era el hijo mayor del actual rey Sebastian II y heredero directo a la corona. Esa tarde estaba ataviado con una casaca negra con bordado de oro, unos pantalones de fino lino blanco, unas botas negras de caña alta y la capa roja con un broche dorado que simbolizaba un dragón con cola de escorpión, o wyvern. Además, disfrutaba de una belleza cautivadora con su media melena negro azabache y unos ojos grises arrebatadores. En la corte era el orgullo de los nobles y el terror de las cortesanas, su apetito sexual y su promiscuidad era conocido por todo el reino pero su fama no parecía importarle.

En aquel momento, Johan le preocupaban otros asuntos más que los líos de faldas.

-El motivo por el cual decidiste soltar a los hermanos Ulkhsen es aún desconocido para mí, mago. Ilumíname-la soberbia de sus palabras no hacía mella en Hubris, el cual seguía ensimismado torturando a la pobre flor.

-Es bien sencillo, alteza. Los hermanos simplemente ya no nos eran útiles en el proyecto Átropos así que fueron reasignados a otro proyecto menos importante.

-¿No hubiese sido mucho más sencillo matarlos?

-¡Oh, no, mi señor! Seguían siendo útiles de cierta forma. Una vez salieron del estasis, se les proporcionó la información necesaria para que creyesen que su encierro se debía a los comandos especiales de Ëthrell-dejó que la flor se marchitase y arrancó otra de un matojo cercano-. Se les condicionó para que desarrollasen un odio acérrimo hacia el país y sobre todo hacia su familia, alteza.

-Así que les entrenaste como terroristas, muy astuto Hubris.

-Terroristas no, mi señor. No tenían asociación, solo ansias de venganza y poder más allá de lo que nunca vieron. Serían más como marionetas asesinas.

-¡Adoro tu juego, titiritero!-dejó la fina copa de cristal en la mesa y se levantó, la capa roja con el emblema del Wyvern azul de la casa real ëthrelina brillaba en con el sol del atardecer-. Es una muy buena idea, pero dime-su semblante se tornó oscuro y se acercó a zancadas hacia Hubris. Le agarró por las solapas y le levantó levemente-. ¡Por qué maldita razón has hecho que conozca al espécimen del proyecto Átropos, magucho de mierda!

El mago se sobresaltó e inmediatamente comenzó a brillar, preparado para lanzar un hechizo protector por acto reflejo. Sin embargo la sorpresa se dibujó en su rostro cuando recordó lo que portaba el príncipe en su mano izquierda. "Tarde" pensó, y ciertamente lo era. El resplandor azulado del hechizo comenzó a brillar cada vez más y empezó a desplazarse desde el cuerpo de Hubris hasta la mano izquierda de Johan. Cuando el brillo cesó, el príncipe dejó a Hubris en el suelo, completamente exhausto y sin fuerzas para moverse. Se colocó en posición fetal y susurró.

-Perdóneme alteza, ha sido un reflejo. Me siento completamente avergonzado de mí mismo. Me inclino ante tu voluntad e imploro compasión-la posición de Hubris y su hilillo de voz hacía que fuese una estampa realmente patética.

-Menos mal que dije que jamás podrías ponerme la mano encima-una mirada de desprecio recorrió todo el cuerpo inerte del mago-, que te quede bien claro Hubris, eres mío y no puedes traicionarme. Tú eres el titiritero y yo soy tu dios, magucho. Suerte que me siento clemente, tu castigo supondría dejarte sin tus queridas runas. ¿Recuerdas el dolor que pasaste para poder tenerlas? -la mirada de desprecio se tornó divertida y comenzó a carcajear como un lunático.

-Permíteme explicarme, alteza-trató de incorporarse pero sólo pudo apoyar la espalda en el borde de la fuente. El shock mágico le había dejado casi sin energía vital-. El sujeto M tomó contacto con los hermanos Uhlksen para poder ser activado, mi señor.

-¿Para activarlo?¿Es que acaso los experimentos no dieron resultado?

-Al contrario mi señor. Cuando comenzamos fue todo un éxito. Sin embargo no se dieron las reacciones esperadas inmediatamente. Al parecer todo el potencial del sujeto solo saldría a la luz en condiciones de extremo peligro, algo así como un sistema de defensa -el mago notaba como un líquido caliente rezumaba de su nariz y se lo limpió, al observarlo se dio cuenta de que era sangre. Continuó sin darle importancia-. Llegamos a la conclusión de que si desarrollaba su potencial desde un principio sería imposible controlar todas las variables.

-Así que preparasteis un escenario controlado al milímetro para que su poder despertase poco a poco, ¿no es así? -Johan volvió a sentarse en su silla y sorbió un poco de licor-. No entiendo como una explosión de ira es un escenario controlado.

-En una situación de estrés, su poder se libera de forma focalizada hacia algo en concreto, poniendo al sujeto al mando de sus poderes. La adrenalina es la que se encarga de ello, esa sustancia que según los alquimistas es la causante del estado de excitación en el combate es la que le permite enfocar sus poderes. Mediante aprendizaje mecánico, el sujeto sabrá activar y manejar sus poderes poco a poco. La división mágica fue su primera prueba.

-Sigues sin darme una respuesta, mago. Me estás empezando a irritar. ¿Por qué los hermanos Uhlksen?

-Los hermanos habían alcanzado un poder enorme tras haber sido liberados, eran los sujetos ideales para probar a M. Pero por favor, señor, no me malinterprete, simplemente emplee los recursos que tenía a mi alcance. Los Uhlksen eran dos, más la draig'kin que se les ha unido, extremadamente poderosos, ideales para probar a M.

-Ya veo. Sí, es cierto lo que dices-levantó la copa y volvió a remover su contenido, mirando a trasluz el líquido verde oscuro-. Los Uhlksen son poderosos. Pero el proyecto Átropos es aún más poderoso que los peones del proyecto Viento Rojo. ¿Qué hubiera pasado si M los hubiera destruido por completo?

Hubris se quedó momentáneamente sin palabras. Eso era completamente cierto, había desarrollado el proyecto Átropos de tal manera que se trataba de un ser prácticamente invencible y extremadamente poderoso, era capaz de eliminar a cualquiera. Si los Uhlksen no hubiesen huido, el proyecto Viento Rojo no podría haberse llevado a cabo. Pero aún así los Uhlksen eran deshechos del proyecto Átropos relocalizados. Podría haber desarrollado el Viento Rojo de alguna otra manera.

-Mi señor, admito mi error, pero los Uhlksen no son tan indispensables como aparentan -por primera vez le empezó a temblar la voz, y el todo aterciopelado pasó a ser tenue y rasgado-. Eran deshechos de otros proyectos simplemente los aproveché. Sin ellos el Viento Rojo se podría haber desarrollado de otra manera.

-Esa otra manera hubiese supuesto mucho más dinero, mi dinero; y lo que es peor, mucho más tiempo, MI TIEMPO -estrelló la copa contra el suelo y se levantó-. Hubris, deja de jugar con MIS jugetes, ¿entendido? El proyecto Piedra Angular ya ha comenzado su primera fase y no podemos permitirnos retrasar ninguno de los otros, ¿está claro?

-Sí...mi señor-el terror invadía cada parte de Hubris.

-De los cuatro proyecto, estos tres deben llevarse a cabo de manera coordinada. Quiero ver a los máximos responsables de Viento Rojo y Piedra Angular en mis aposentos esta noche. Y que te quede bien claro, Hubris: Que seas el coordinador y el principal investigador no te da derecho a inmiscuirte en el resto de mis planes.

-Lo si-siento muchísimo, alteza.

-Sólo el cuarto de ellos es suficientemente importante como para estar separado de los otros tres.

-Sí, pe-pero mi señor. Recuerde que sólo cuando los otros tres den su fruto, se podrá empezar el cuarto.

-Tienes un año, Hubris. Un año para que Átropos, Viento Rojo y Piedra Angular se lleven a cabo. No me importa lo que hagas, siempre que no intervengas. Sólo me interesa el proyecto Runa Maestra.

-Lo sé, alteza. ¿Me permite una petición?

-Dime, mago.

-¿Puedo perder el conocimiento?

-No en mi jardín, desaparece.

Cogió una campanita de la mesa y la hizo sonar. Dos guardias con capuchas negras aparecieron corriendo en el camino y, tras un gesto de Johan, se llevaron a Hubris del jardín.

Tras la conversación, el príncipe se quedó mirando a las montañas que se contemplaban desde la terraza-jardín. Le daba vueltas a la importancia de los cuatro proyectos paralelos que realizaba en la clandestinidad. Su padre pronto caería y podría deshacerse de la maldición en su mano izquierda. Quizás era demasiado ambicioso pero, ¿qué tenía que perder? Tenía veintitrés años y probablemente moriría en veinte o veinticinco. No tenía toda una vida para esperar.

domingo, 22 de mayo de 2011

Capítulo V de La Maldición: La decisión

El viaje de vuelta desde los pantanos estaba siendo muy duro. Hacía ya dos noches que habían pasado la Cordillera Frontera y se encontraban de nuevo en Kurbogia, pero aún así el cansancio físico y psicológico hacían mella en el grupo de jóvenes kurbogs. En todo el viaje casi no habían cruzado palabras entre sí, incluso las usuales partidas de chinchiroín entre Hailo, Merk'el y Som'atha habían sido relegadas a una simple rutina vespertina, que practicaban antes de ir a dormir. D'hira y Kin'ian pasaban gran parte del tiempo juntos, aunque no solían conversar. Juu por su parte se encontraba extraño, acostumbrado a ser regio y pensativo ahora adoptaba una pose de orgullo que casi se podría confundir con un aire de diversión.

Acamparon al atardecer cerca de los bosques de Gosso, en los alrededores de Canderia, una zona desde donde se podía ver claramente toda la llamada Cordillera Frontera, un macizo montañoso que separaba Kurbogia de las zonas inexploradas al noreste y de Bonmeria al noroeste. Sus cimas en aquella zona no eran excesivamente altas debido a la proximidad del mar pero aún así les costó bastante esfuerzo sortearlas. De todas maneras la estampa era especialmente bucólica: las faldas de las montañas estaban florecidas con las glácidas típicas de vitaem y lo cubrían todo con un manto blanco azulado, en el cercano bosque también florecían los tiernobrotes llenando el aire con un aroma dulce y fresco y una suave brisa peinaba la zona. Sin embargo ,en el campamento, los ánimos no mejoraban.

Mientras los manarils montaban la tienda, Juu los volvía a observar con autocomplacencia.

-Su mirada cada vez me da más escalofríos-D'hira estaba sentada en una caja jugueteando con los amarres de las tiendas mientras Kin'ian las levantaba-, a veces cuando me habla me siento sucia.

-Es tu superior, tienes que acatar lo que te dice- contestó sin girarse.

-¿Acaso te criaron así? Haz lo que tengas que hacer sin importar las consecuencias-la ira brotaba de las palabras de la joven-. Da igual que te sientas como un cacho de mierda mientras tengas la zarpa de tu queridísimo maestro Juu dándote palmaditas en la espalda, ¿es eso?

-Me da igual lo que pienses. También me da igual sus palmaditas en la espalda.

-¡¿También te da igual la muerte de Somta?!¡¿Pero te estás oyendo?!¡¿Y tú vas a ser un fairanil?! -estrelló los amarres contra el suelo con furia y se levantó agitada- ¿De ti van a depender otros manarils? Si todos pensasen como Juu o como tú, nos habríamos extinguido hace eras. Ahora eres tú el que me repugna- escupió al suelo y se quedó mirando al joven, que seguía manoseando las barras de las tiendas, de espaldas a su compañera-. ¿Es que no piensas decir nada?¿Te vas a quedar ahí haciendo "lo que debes"?¿Ni siquiera te vas a defender?

Kin'ian dejó escapar un suspiro de exasperación. D'hira no veía lo que hacía desde su posición pero en realidad no estaba montando la tienda. No había podido. Cada vez que intentaba poner una barra se olvidaba de sujetarla y esta se caía, no estaba atento a lo que estaba haciendo. Le daba vueltas a la cabeza, a la batalla con la bestia, a las acciones de su maestro y, sobre todo, a las palabras de D'hira. Levantó la vista y miró al cielo del atardecer. En la provincia de Canderia el cielo era muy claro y el aire muy frío, nada que ver con el profundo azul y la calurosa brisa de las colinas de Toos. Tenía ya treinta años, iba a ser un adulto según la tradición kurbog... Pero en su cabeza bullían ideas prohibidas.

Lo malo de una enfermedad radica en que poco a poco te roba la fuerza vital hasta quitarte la vida. Pero lo verdaderamente malo era la capacidad de transmitirse desde enfermos a personas sanas. Sin embargo tienen un punto débil y es que, si se toman medidas con suficiente antelación, la enfermedad desaparece. Una idea es parecida a una enfermedad. Se desarrolla en la cabeza de una persona que la va madurando poco a poco. Cuando la idea está madura esta se transmite entre individuos y, si está suficientemente desarrollada, hará efecto y repetirá su ciclo de forma indefinida. La diferencia es que, si se trata de erradicar una idea una vez se ha sembrado el germen de la duda, no se eliminará, sino que se arraigará más profundamente y se desarrollará con mayor velocidad.

En aquel momento, Kin'ian pareció quedar absorto en su introspección. D'hira le seguía mirando con rabia. Una rabia que poco a poco se trocaba en tristeza. Las lágrimas de impotencia asomaban por el rabillo de sus ojos cuando Kin'ian se dio la vuelta y la miró con firmeza.

-Sí, D'hira, voy a hacer lo que debo. Voy a montar esta tienda, voy a recoger las armas, cubriré las presas con raíz y me iré a la cama -La increíble fuerza que desprendían los ojos de Kin'ian desconcertaba a D'hira, que no pudo contener más las lágrimas. Con profunda tristeza permanecía muda, se sentía sola en un campamento de seis personas-. Luego, cuando me levante un poco antes del amanecer cogeré mi arma, mis raciones y mis capturas y emprenderé el camino.

D'hira, herida y hundida por la impotencia se secó los ojos con el dorso de la mano y dirigió una última mirada a Kin'ian de infinito desprecio. Se giró con brusquedad y empezó a alejarse. Antes, se volvió un instante.

-Pues que sepas que partimos hacia Canderia después del amanecer. No te preocupes, cuando lleguemos estaremos al mismo nivel, fairanil. Suerte que no voy a volverte a ver en mi vida.

-Por eso mismo me voy antes del amanecer, D'hira. No voy a Canderia.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de la kurbog. Se quedó sin habla durante un momento y en su pecho notó como su corazón latía cada vez más rápido. Ahora sí que estaba confundida.

-¿Y dónde vas entonces? Allí es donde hacemos escala antes de ir a Kithael.

-Oh, sí, voy a ir a Kithael. Pero no voy a hacer escala en Canderia. Me voy directamente a la capital, solo.

-Pero...-las palabras se agolpaban en los labios de D'hira, no sabía que decir- ¿Por qué?¿Qué pretendes hacer?

-Simplemente lo correcto, Dhira. Juu no es mi maestro ya. Tu y yo ya somos fairanils, o al menos lo seremos, no tenemos que seguir sus ordenes nunca más. Una vez sea proclamado fairanil y adulto denunciaré a Juu ante el Consejo Judicial.

-Pero no tienes pruebas, Kin'ian. Él es un telinam, un maestro rastreador. Kiurgo tendrá mucho más en cuenta su palabra que no la tuya.

-Si es así -Kin'ian se giró y dirigió su mirada hacia el horizonte-, entonces renunciaré a ser un fairanil.

-Se te considerará un traidor- bajó la mirada con tristeza.

-Lo sé, prefiero serlo a ser cómplice de asesinato -volvió su rostro hacia D'hira y la miró con decisión-. Además, también debo ir a la Costa Morada, Somta era de Masar. Quiero darle la noticia a sus padres en persona.

El silencio se adueñó de los dos por un momento mientras se miraban a los ojos. La fiereza se reflejaba en los de Kin'ian como nunca antes había contemplado D'hira. Y en solo un segundo, D'hira comprendió lo que verdaderamente le importaba. Se dio cuenta de que se había pasado toda su vida siguiendo la estela de una estrella fugaz y cuando consiguió atraparla, calcinó todas sus esperanzas con su luz. Ahora que ya nada tenía sentido para ella las palabras del "chico bien" la llenaron de nuevas ilusiones. Sintió que tenía una nueva estrella fugaz que perseguir, aunque esta vez, si moría en su fuego, no le importaría. Cuando no se tiene nada que perder se tiene todo por ganar.

-Pienso acompañarte-Kin'ian hizo un amago de protesta pero la kurbog le interrumpió-, antes de que digas nada de bla bla esto es sólo cosa mía, bla bla no lo puedo permitir y bla bla bla soy el señor perfección que sepas que pienso ser tu puñetera sombra te guste o no, porque has dicho la primera cosa sensata en lo que te conozco. Y como se te ocurra marcharte sin mí iré a buscarte hasta la mismísima Terra Incógnita si hace falta.

-Está bien -Bajó la cabeza de nuevo y soltó un bufido de exasperación-. Pero no molestes.

-Lo mismo te digo.

Como si estuviera rabiosa tomó rápidamente el camino y se alejó de las tiendas de Kin'ian pisando fuerte.

-D'hira, ¿dónde vas?

-¡A la cama, zoquete!

-Pero si tu tienda es esta -y señaló la que tenía a su derecha.

Completamente roja de vergüenza, la chica volvió a toda prisa casi dando saltitos y mirando al suelo, cuando pasó por al lado del joven susurró un ininteligible "ya lo sabía" y se metió dentro mientras Kin'ian la seguía con la mirada. Cuando recordó lo que estaba haciendo, el todavía manaril volvió a su tarea de montar el resto de tiendas mucho más concentrado.

En el interior de su "verdadera" tienda, D'hira se daba de cabezazos contra la barra mientras blasfemaba. Suerte que no estaba allí Som'atha para verla. No hubiese soportado más chascarrillos sobre lo roja que estaba o lo atenta que se ponía cuando se acercaba Kin'ian.

¡Pero si no soportaba a ese maldito cachorro de teta! El "chico bien" siempre había chocado con la forma de ser de D'hira. Cierto es que los dos siempre se exigían el máximo y tenían que hacerlo todo bien, pero a Kin'ian no parecía importarle los cumplidos. Era como si lo hiciese porque sí, porque es lo suyo hacerlo bien y su maldita hipocresía le hiciera inmune a los cumplidos. Estaba convencida de que era lo único que él buscaba, que le alabaran, que comentaran su fama y su habilidad. Estaba segura que se acostaba por las noches con una maldita sonrisa de satisfacción al saber que todo el mundo le adora y que es mejor que todos a su alrededor. Eso le hervía la sangre. D'hira nunca recibió ningún cumplido pese a hacer todo igual que él. Pero claro, ella era una mujer, aunque pudiesen ser cazadoras estaba destinada como mucho a llegar a telinalm, el ser maestra de caza estaba fuera de su alcance y la política aún más. Pero Kin'ian tendría el cielo abierto. ¡Joder, si hasta la había convencido para irse con él como si nada!.

En esos momentos, D'hira ardía de rabia por lo que él hacía, pero lo que más la frustraba era que por más que ella demostrase ser buena, todos la ignoraban. Se fue a dormir con una idea peligrosa en la cabeza. Mucho más que la idea que le había contagiado Kin'ian. La idea era que por qué el único reconocimiento que buscaba ahora era el de él. ¿Por qué había dicho que iría a buscarle hasta Terra Incógnita? Se estaba volviendo loca, se durmió odiándole con toda su fuerza, pero con la esperanza de verle mañana temprano. Si él no la esperaba, jamás se lo perdonaría.

miércoles, 13 de abril de 2011

Capítulo I de El Alma: Protección

Las sábanas estaban frías y el colchón demasiado duro. Las habitaciones de los iniciados en el templo de Padiilia eran famosas en los cinco reinos por ser tan frías como la Barrera Helada y tan húmedas como el mar Central. Shinji daba vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Nunca dormía. Se levantó y se puso la túnica roja, camino a la biblioteca para leer un rato.

Mientras vagaba por los corredores admiraba el exterior. El edificio residencial del Santo Templo de Daigon se situaba en lo alto de una colina especialmente empinada llamada Montemar. El Santo Templo era un enorme complejo compuesto por seis edificios unidos por corredores elevados. Para el observador exterior se trataba solo de una enorme mole en la cima de una montaña, sin embargo, una vez pasado el enorme muro que la separaba del exterior, uno se adentraba en un jardín gigantesco.

En el centro del Santo Templo se encontraba la Cámara del Origen, el lugar donde se oficiaban las misas multitudinarias para todos los acólitos. Se trataba de un palacete con una cúpula central de cristal y que contaba con tres pisos de altura. Su fachada de mármol amarillo estaba decorada con escenas de las fábulas y las leyendas de la religión daigoniana y bajo sus entrañas, además, se encontraba la Sala del Inicio.

Anexo a la Cámara del origen, en su lado oeste, estaba el edificio de la biblioteca, una torre demasiado gruesa donde se encontraban los incunables más apreciados en todo Alleria. Al otro lado se erigía el Cuartel, un lugar de preparación para los caballeros cruzados de Daigon que disponía hasta de su propio taller de maquinaria bélica. Sin duda un edificio impresionante con estructura similar a la de una fortaleza, mayor incluso que la Cámara del Origen, aunque ostensiblemente menos preciosista.

En la parte trasera del complejo, colgando literalmente de un acantilado se encontraba la zona residencial de acólitos y el palacio del Sumo Teúrgo. Todo esto unido por corredores desde los que se podían contemplar tanto las impresionantes vistas de la cordillera padiiliana como todo el Santo Templo y el Muro de la Purificación que protege todo el complejo.
Mientras caminaba por los corredores, el frío de la noche se colaba bajo su túnica, con lo que empezó a tiritar y estornudar. Shinji siempre había sido un niño enfermizo.

Su padre, Lord Lirio Hakam, poseía el feudo de Wirlain en la costa astrana de Padiilia. Su poder e influencia en el consejo del Santo Imperio no era desdeñable por lo que, como era de esperar de la alta nobleza padiiliana, tuvo cuatro hijos, cada uno con una función predefinida antes de ver la luz. El primogénito, Masd, estaba destinado a continuar con la carrera política de su padre y a cuidar de sus tierras. El segundo hijo, Ayur, se encargaría de proteger el feudo armándose como justícar y pondría su espada al servicio de Wirlain. El tercer hijo , Amus, daría su vida por los intereses de Daigon y de su país, ingresando en los Cruzados para extender la gracia del señor. Shinji, como cuarto hijo, debía encargarse de la fe en sus tierras.

Recordaba muy vagamente a su padre, ya que fue internado en el Santo Templo a la tierna edad de tres años. Lo único que le venía a la memoria era un rostro constantemente pensativo, marcado profundamente de arrugas, con una barba ya canosa debido a la ajetreada vida política en el consejo. Sabía que había tenido otro hermanito más, dos años después de internarse. Por las nuevas que le hacían llegar de vez en cuando los mensajeros de Wirlein al parecer se llamaba Camil, y era una niña. Shinji sabía que su destino era desposarse con el hijo de otro Lord para que la familia pudiese ejercer derecho sobre otro feudo más. Todas estas intrigas palaciegas le eran completamente ajenas al niño, el cual vivía en casi completa reclusión, feliz pese a las circunstancias.

Su padre nunca había ido a verlo y su madre, lady Minerla, dejó de visitarlo a los dos años ya que murió en el parto de su hermana. Realmente no le entristecía. Notaba como si su verdadera familia fuese el templo, como si los acólitos fuesen sus hermanos de sangre, y no solo de fe. Y como si los teósofos fuesen sus padres, siempre vigilantes y dispuestos a repartir algún que otro castigo para imponerse. Su "verdadera" familia los sentía como parientes lejanos, de esos que te visitan una vez al año o de los que conoces noticias sobre ellos en breves reuniones familiares. Lo que tenía bien clao Shinji es que, pese a sus verdaderas aspiraciones, su destino era ser nombrado Teúrgo, quien sabe si algún día llegaría a Sumo Teúrgo, todo por el bien de la casa Hakam.

La luz de las lunas se filtraba entre las columnatas del puente que unía la biblioteca. Shinji se detuvo un momento y se apoyó en la barandilla para contemplar la espléndida noche de thermios. Podía ver la silueta de la Cámara del Origen, con su cúpula en forma de "caramelo chupado". increíblemente, encaramada a esa cúpula, una figura oscura miraba también al firmamento. Ensombrecida, Shinji no discernía de quien se trataba y un escalofrío le recorrió la espina dorsal cuando dos ojos azules brillantes se giraron y parecieron mirarle desde tan lejos. Asustado se apartó bruscamente y lanzó un grito ahogado. Corrió hacia la puerta de la zona residencial todo lo que pudo azuzado por un miedo irracional. Cuando se giró para comprobar si la figura seguía allí se sorprendió al ver que había desaparecido.

-Ha sido una alucinación, nada más. Como las de por las noches...qué susto.

-No soy producto de tu mente, human'an.

Una voz fría, sin asomo casi de emoción y a todas luces "metálica" surgió de la espalda de Shinji. Con una mueca de terror, el niño se giró y se encontró de frente con la enorme figura que hace unos instantes estaba encaramada a la cúpula. No pudo gritar, el shock le había dejado sin habla y sólo podía balbucear mientras las lágrimas le recorrían las mejillas y la orina manchaba sus piernas. Poco a poco retrocedió buscando la seguridad de una puerta, pero al encontrarse con la barandilla dio tal sobresalto que cayó al vacío. Mientras caía se asombró de lo estúpido que se puede llegar a sentir uno cuando muere, al menos cuando muere de manera tan absurda. No le dio tiempo a cavilar lo suficiente acerca de la filosofía de la muerte por gravedad. Un relámpago dorado cayó sobre él y lo envolvió para inmediatamente después devolverlo al puente del que se había precipitado. Aún asustado pero entumecido por la experiencia, se apoyaba en una columna sentado en el suelo mientras luchaba por no ceder a un ataque de ansiedad:

-¿¡Qué eres, qué quieres de mi!?

-Mi nombre es Ka-el chasquido metálico de su voz era sumamente extraño-, denoto por tu primera pregunta que jamás has visto a uno de mi especie. Tu segunda pregunta es lógica, dado que no conocías de mi existencia y nuestro encuentro es fortuito, no debería de haber ocurrido antes de lo previsto ya que ,según estipula mi contrato, no puedo establecer contacto con el objetivo hasta que no se me de la orden de llevar a cabo la tarea para la que he sido asignado. ¿Contesta eso a ambas interrogativas que has propuesto?

Asombrado y al borde de un ataque de nervios, frente a aquella perorata de explicaciones inútiles Shinji no podía sino poner cara de completa perplejidad. Una vez asimilado lo absurdo de aquella situación estalló en carcajadas nerviosas. Cuando se calmó un poco observó al extraño ser: iba cubierto al completo por una túnica gris de tela fuerte por lo que no podía ver ni el torso ni las piernas. La cabeza también estaba cubierta por una especie de sombrero ancho de ligeramente cónico del que caía una tela que cubría toda la cabeza salvo una línea. Las dos únicas cosas que permitían a Shinji identificar a ese ser como de otra especie eran los dos puntos luminosos de color azul que se suponen que eran sus ojos (los cuales se veían en la única línea que dejaba al descubierto la tela del sombrero) y su estatura. Pese a la increíble dimensión de las columnas del puente, el ser tenía que encorvarse ligeramente para poder andar y, teniendo en cuenta que Shinji era alto para su edad, el extraño no solo doblaba en tamaño al niño, sino que casi lo triplicaba. Lo único que pudo ver Shinji bajo tanta ropa fue unas botas de acero dorado con finas filigranas en plata.

-Entonces, ¿de qué raza eres?- preguntó algo asustado aún.

-Soy un praetoc. Emisario del Imperio Dorado de Aym y encargado de tu protección en la sombra. La pregunta ha sido más que correcta, ya que ha sido precisa en cuanto a preguntarme mi "raza" y no simplemente referirte a "qué soy" ya que entonces tendría que darte información acerca de mi profesión, la cual cumplo con optimo rendimiento y...

-¡Vale, vale! Lo pillo. Dime, ¿siempre hablas tanto?¡No! No contestes, lo doy por hecho- Shinji rió de nuevo, visiblemente más calmado y con cierta curiosidad-. En fin, ¿praetoc?¿Qué es un praetoc? No eres de Alleria, ¿verdad? ¿Vienes del antiguo continente?¿O vienes de Cassinia? Seguro que no provienes de las islas del sur, allí dicen que no son tan altos.

-Para ser alguien que se queja de que los demás hablen demasiado eres un chico con muchas preguntas. Me gusta, son preguntas concretas -hubo un breve destello en sus ojos, como un parpadeo, mientras hablaba, sonidos metálicos salían del interior de la tela del sombrero-. Provenimos del continente que los orgánicos conocéis como el "Continente Fantasma". Nosotros lo llamamos Rodinia. No somos dados a mostrarnos entre vosotros dado que desconfiáis de los seres como yo, sin embargo solemos recorrer vuestras tierras a menudo de incógnito.

-Espera, ¿cómo nos has llamado?-preguntó el chiquillo con extrañada curiosidad.

-¿Orgánicos te refieres? Supongo que es a esa palabra la que te refieres dado que es con la que he denominado...

-Sí , sí. - replicó Shinji con impaciencia-.¿Por qué nos has llamado así? ¿Acaso no estás vivo? -cuando formuló la pregunta se sorprendió y se tapó la boca, ya había salido a la luz su curiosidad insaciable y había hecho una de "esas" preguntas-. Lo siento, no quería...- Tras unos instantes de pausa, un sonido como de placas chocando al a un ritmo constante empezó a surgir del sombrero de Ka, era una música curiosa y el cuerpo del praetoc se movía. Era como si...- ¿Te has reído?

-Sí, me resultas muy gracioso, pequeño human'an. La curiosidad es una de las virtudes más apreciadas en mi especie por eso es difícil que nos ofendamos por una pregunta tan atrevida. Cuando vives tanto aprendes que los que nunca pierden la curiosidad son los que disfrutan de verdad de la vida- Ka miró a Shinji por un momento y se acuclilló frente a él. Del interior de su túnica surgió una mano enguantada en placas de oro con filigranas de plata. La mano le ayudó a ponerse en pie pero Shinji aprovechó el momento para curiosear un poco entre los pliegues de la túnica. La vista le dejó maravillado.

-¡Se mueven!¡Son de oro y se mueven! Pero sí...tu brazo es...¿dos codos? ¡Guau, eres chulísimo!-Ka "carraspeó" un momento y se cubrió de nuevo, como avergonzado.

-Sí, esto...gracias. Siguiendo con la explicación, sí, estoy vivo como tú. La única diferencia radica en nuestra materia prima. Yo estoy hecho de engranajes y metal y tu de huesos y carne.

-Entonces...debes de ser fortísimo...¿por qué estás aquí?

-Mi fuerza es similar a la de un draig'kin adulto, pequeño. Pese a nuestro cuerpo metálico sentimos el tacto al igual que vuestra piel, human'an. Y ya te lo he dicho antes, mi misión es protegerte.

-¿Protegerme de qué?

Una explosión en la cúpula de la Cámara de los Orígenes iluminó la noche. Los cascotes nevaban sobre los jardines milenarios. Shinji, que ya estaba de pié, se tambaleó y cayó encima de Ka, que no se movió ni un ápice. Mientras el praetoc le sujetaba pudo sentir el tacto del ser a través de la tela, a pesar de todos aquellos engranajes del pecho del praetoc notaba algo extraño. Estaba caliente.

-De tu propia raza, pequeño. Protegerte de los human'an.

lunes, 21 de marzo de 2011

Segunda Prueba

Los bibliotecarios han desenterrado de entre los viejos volúmenes antiguos diarios que recogen el saber de dos almas ya conocidas. El maestro te hace una pregunta, ¿cuál es el nombre de Hubris?

Prueba superada. Los dos primeros capítulos junto con el tercer prólogo en formato libro, con nuevas adaptaciones, con anotaciones al margen y ampliado:
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pass: ariano

sábado, 12 de marzo de 2011

Prólogo: El alma

Los monolitos milenarios contemplaban impertérritos la sala que los albergaba. Trescientos cuarenta y cinco bloques de basalto gris agrupados en círculo alrededor de un epicentro. La Sala del Inicio medía más de seis mil metros cuadrados y en sus monolitos contenía jeroglíficos e imágenes con profecías y leyendas antiquísimas que los altos teúrgos han traducido e interpretado durante más de ochocientos años. La oscuridad que reinaba en la tremenda bóveda circular se quebraba momentáneamente por miles de cirios encendidos en la base de las "Tablas de Daigon" como eran conocidas. Dos figuras caminaban entre ellas, a paso quedo, deteniéndose a menudo. Una de ellas, más alta que la otra, parecía guiar a su pareja.

-La mente de Dios es inabarcable, chico. Por mucho que intentes comprender su naturaleza, tu alma no está hecha de su misma materia, por eso te debe ser natural sentir confusión.

-Pero-la voz del chiquillo titubeó un instante-, Supremo Teúrgo, si Daigon es nuestro creador...-meditó durante unos instantes su pregunta- ¿no es lógico que nos crease para poder estar con nosotros?

-Hijo mío-al ver que el chico se esperaba una reprimenda relajó el tono y sonó condescendiente-, es lógico para ti, pero él no es lógico. Imagina que has vivido eones. Imagina que tengas consciencia de tu existencia y de tu naturaleza divina. Con una vida tan grande como el universo, tu mente no sería tan fugaz como la nuestra, limitada por nuestra mortalidad, sino insondable e inabarcable. Al ser eterno, conoces el pasado, el presente y el futuro y por lo tanto conoces todas las eventualidades que irán ocurriendo en el universo. De esta manera acabarías actuando tal y como se te muestra en el futuro, siguiendo un plan que sólo tú conoces, ya que te pertenece. ¿Crees que tendrías tiempo de poder descansar?

El chico se miró la sotana roja durante un momento, pensativo. Luego alzó sus ojos verdes llenos de confusión y miró al hombre de forma interrogadora.

-Entonces...Supremo Teúrgo...¿por qué nos hizo Dios?¿Para qué le servimos?

El Supremo Teúrgo se quitó la mitra blanca un momento, preparando la respuesta. Repasó con el dedo el borde dorado y azul. Miró luego a la interminable fila de monolitos y suspiró melancólico.

-Esa es la pregunta que se hace toda alma en nuestro mundo, Shinji-abrió sus brazos y abarcó toda la sala con ellos-. Aquí intentamos encontrar una respuesta. Esta es la Sala del Inicio. ¿Conoces la leyenda del inicio, pequeño?

-Pues...-el chiquillo miró avergonzado de nuevo hacia su túnica roja de iniciado- No Supremo Teúrgo, el teósofo Hakane dijo que la conoceríamos al dejar de ser iniciados y ser lectores -empezó a ponerse rojo de vergüenza inocente.

-Jajajaja -rió estridentemente y de forma bonachona. Al hacerlo la barriga subía y bajaba, cosa que le pareció curiosa al pequeño Shinji. ¿Por qué el Supremo Teúrgo estaba gordo y sus compañeros y teósofos estaban todos tan delgados? Se abstuvo de comentar nada, cuando preguntaba esa clase de cosas siempre se enfadaban con él. Le habían dicho más de cien veces que no preguntase a la gente por cosas ofensivas. El pequeño no lo entendía, ¿por qué alguien se iba a ofender si se preguntaba acerca de algo que era una verdad obvia? El día que llevaba dos semanas encerrado en la sala de oración como castigo decidió dejar de preguntar cosas acerca de la gente, al parecer, la verdad ofendía a la gente-. Pero Shinji, ¡si hoy vas a ascender a lector! ¿Sabes por qué vas a dejar de ser un iniciado?.

-El teósofo Hakane dijo que es porque leo el primigenio como un lector y porque ya tengo diez años- se irguió de forma orgullosa, para demostrar que ya era un adulto.

-Eso dijo, ¿Eh?-se pasó una mano por su incipiente calva sudorosa y se ajustó la mitra de nuevo-. Pues tendrá razón. En cualquier caso escucha atentamente, Shinji. La historia que te he de revelar es la que guía nuestra labor y por tanto debes recordarla así como proteger su veracidad, ¿de acuerdo?

El chico miró a los ojos del Supremo Teúrgo con expectación y movió la cabeza arriba y abajo con energía.

-¡Muy bien, jajaja, así me gusta! Escucha atentamente:

"Antes de que existiesen las eras, antes de que nuestro planeta siquiera fuese real, el universo estaba plagado de seres de un poder divino. Estos dioses luchaban entre sí por poseer todas las dimensiones y llevaban su guerra a los distintos universos. De entre ellos uno se alzó, Daigon, La Sierpe de Plata, El Dragón de las Ocho Alas. Peleó contra sus hermanos y venció, obligándoles a exiliarse fuera de esta dimensión en la cual reinaría.

Con su supremacía asegurada, comenzó a desarrollar su plan según su visión de futuro. Comenzó creando un mundo a partir de su propio corazón en llamas. Sabiendo que no podía darle forma el mismo, ya que destruiría el pequeño planeta con su inconmensurable tamaño, creó avatares que cumplirían su voluntad. Estos avatares fueron los llamados Prot'n'thel (protector de dios) y cada uno tenía una tarea que cumplir.

El primero fue Amphosthaelem, la Ciudad Navegante. Una enorme ciudad en una burbuja con varios brazos o tentáculos que salían de ella. En la parte inferior poseía ojos para poder ver. Al acercarse al mundo empezó a crear agua y a enfriar la enorme bola de fuego. La roca enfriada formó los continentes y el agua que creó Amphosthaelem formó los océanos. El primer Prot'n'thel vivió en ellos, protegiéndolos y creando las mareas y las olas.

El segundo fue Ansmod, el Purificador. Un enorme cuerpo similar a un pájaro y con cara de mujer surcó los cielos del mundo recién creado, limpiando la atmósfera entre sus alas creando aire limpio y claro. Ansmod protegió los cielos eternamente, a una velocidad a la que no se le puede ver.

El tercero fue Tegitoum, el Gigante Diamantino. Una mole de rocas cristalina con forma de gigante sin cabeza y ojos en el pecho. Descendió a los continentes y se dispuso a darles forma y mover montañas. Entonces se crearon las cordilleras y los valles que éste Prot'n'thel juró guardar.

El cuarto fue Tekkarm, la Máquina Maravillosa. Tekkarm es el verdadero guardián de nuestra dimensión, cerrando el paso a los malvados dioses extra-dimensionales que quieren destruir la obra de Daigon. Se encarga de que el tiempo y el espacio se mantengan unidos y sin fisuras. Se le representa como una especie de máquina de relojería con múltiples capas de metal en la parte superior, en las cuales tiene sus ojos, tres por cada placa. En la parte inferior de la maquinaria tiene seis agujas muy afiladas y cuelgan girones de tela azul de la maquinaria interior.

El quinto fue Protheon, el Hijo Verde. El creador de la vida y su protector. Un gran dragón verde metálico con alas emplumadas de oro y marfil. Acunó y dio forma a cada una de las criaturas que pueblan nuestro planeta.

Sin embargo fue este último quien más arrogancia demostró. Pese a ser avatares de Daigon, Protheon sintió en su interior que en realidad él había creado la vida y por lo tanto esta le pertenecía, no a su señor. Daigon, con sus mil voces, le mostró que todo había sido parte de su plan y de sus designios por lo que todo lo que él creara, sería por gracia de Dios. Protheon, en su ignorancia, renegó de las sabias palabras del creador y se autoproclamó dios de toda la vida del mundo. Para demostrarlo creó algo que, según el Prot'n'thel, no podría concebir Daigon, un ser con inteligencia propia y libre albedrío.

De esta manera, el Hijo Verde creó a su imagen y semejanza a los draig'kin, bestias mitad dragón mitad ave. Éstos pronto adoraron a su creador como ser supremo del planeta y se dispusieron a conquistar todos los continentes. Daigon, escandalizado por el agravio que había cometido su hijo, envió a sus avatares a la guerra. Por un lado los ejércitos de Dios, formado por seres todopoderosos como los Prot'n'thel, por otro lado Protheon y su progenie maldita. La guerra duraría eternamente, ya que al ser avatares de un ser supremo, los Prot'n'thel no mueren como nosotros, están dentro de El Ciclo pero no se mueven por él, se mueven "con" el.

La mayor ofensa se dio cuando el Hijo Verde en persona dio muerte a Tegitoum, haciéndole regresar al ciclo. Daigon entonces cambió la forma de éste y le renombró como Midger, una serpiente descomunal que velaría y cambiaría los continentes desde el interior de la tierra. Viendo que los draig'kin también se movían con El Ciclo y no eran movidos por él, Dios no tuvo más remedio que crear el Prot'n'thel supremo: El Mallernaphonde, La Muerte.

El Mallernaphonde era una máquina perfecta, forma humanoide y armas preparadas para la batalla. Su escudo era pura energía y su espada abría los cielos y la tierra. Desde su celada podía ver a través del cuerpo físico y leía las almas. Pero más allá de un armamento sin igual, poseía una cualidad superior: Estaba "por encima" de El Ciclo. Lo que el Mallernaphonde decidía, moría eternamente. Sin embargo Dios decidió dotarlo de una característica que lo hiciera débil, y esto era que no tenía mente, estaba vacío.

Para que el Mallernaphonde siguiese los designios de su creador, Daigon creó a partir de un trozo de estrella a un humanoide, y le dio inteligencia, libre albedrío e inmortalidad. La inteligencia le sirvió para darse cuenta de que Daigon era el creador de todo, el libre albedrío para censurar el acto que cometió Protheon y la inmortalidad para llevar a cabo su tarea eternamente. Ese humanoide fue Ishuman'an (el primer human'an).

El Mallernaphonde pilotado por Ishuman'an fue destruyendo poco a poco los ejércitos del Hijo Verde hasta enfrentarse con el mismísimo Protheon. En la batalla, éste confundió a Ishuman'an diciéndole que Dios lo había creado solo para servirle como esclavo, que siempre estaría solo. Tras derrotarlo, Ishuman'an cumplió su misión, pero quedó confundido.

Al volver junto a Daigon, le preguntó "¿Por qué, padre, me has creado?¿Para qué le sirvo?". Él le respondió "Para proteger El Ciclo, la vida y la muerte." Pero sin embargo Ishuman'an no lo comprendía, tenía una función pero seguía sintiendo soledad y confusión. Volvió junto a Dios y le preguntó "Padre, ¿por qué estoy solo?" y él le contestó "Porque eres único e individual, tu eres vida y espíritu en un solo cuerpo". "Pero, me siento solo y no me gusta, ¿no puedo tener un compañero?". "Si tuvieras un compañero deberías renunciar a la inmortalidad. Como piensas de una manera, tu compañero puede pensar de manera diferente. Eso os llevaría a pelearos, con las cualidades que te he otorgado, la pelea sería eterna y cada vez más crecería el odio en vuestro interior, importándoos poco mi obra y vuestra misión para conseguir vencer al otro.". Tras decir esto, Ishuman'an alzó la mano y decidió ser mortal. De esa manera si hubiese odio, podría morir por la gracia de Daigon y volver a El Ciclo. Dios, tras oír esto, se sintió ofendido y complacido a la vez, su hijo sacrificaba sus dones para obtener un capricho pero a su vez era capaz de enfrentarse a su Dios para que le permitiese vivir por él.

"Está bien, se te concederá la maldición de la mortalidad y un compañero. Pero has de saber que el Mallernaphonde solo puede ser manejado por aquellos que sean dignos de mi nombre, y tu atrevimiento me ha entristecido enormemente. No podréis montar la máquina hasta que expiéis vuestro enorme pecado, pero eres hijo mío, te concedo tu capricho" Acto seguido tomó otra estrella y formó a una mujer Heman'an (mujer human'an). Luego tomó el Mallernaphonde y lo escondió en algún lugar del mundo.

Ishuman'an, mortal ahora, vagó por el planeta y se estableció. Allí donde levantó su casa dijo, "Aquí vivirán mis hijos y los hijos de mis hijos. Se dedicarán en cuerpo y alma a nuestro Dios hasta el día en el que nos perdona por nuestro enorme pecado". Los hijos de Ishuman'an y Heman'an crearon a los human'an actuales. Desde entonces, Ishuman'an y sus hijos grabaron en la piedra la sabiduría que habían obtenido de Dios durante el momento que estuvo junto a él. Estas son las Tablas de Daigon y el lugar fue la Sala del Inicio."


Tras el increíble relato, Shinji se quedó consternado. Para él era un cuento muy bonito, una fábula apoteósica con un mensaje. Sabía que había un mensaje. Pero no lo entendía. Si Daigon permitió que el Mallernaphonde destruyera a los draig'kin, ¿por qué aún se veían a seres de esta especie? Si Protheon no existe, ¿no hay un guardián de la vida?¿Cómo surgieron los kurbogs, los ictiones, los bonmer, los chinads, los asmenior?¿Por qué Daigon estaba tan preocupado por tener el derecho de ser el creador supremo?¿No son sentimientos humanoides al fin y al cabo? Shinji sintió que esas preguntas eran del tipo ofensivas, de esas que le costarían siete u ocho semanas en la sala de oración. Decidió callar, recordó que hay un refrán agiliano que decía "la lengua curiosa pronto es cortada".

lunes, 28 de febrero de 2011

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Los arqueólogos de la antigua Xar'n'gha han encontrado entre los restos de un antiguo templo un baúl con una serie de tomos de el famosísimo aventurero erudito Cordial Tiberi. Está disponible en la biblioteca del gremio de arqueólogos en Madina. Como son de naturaleza avariciosa, no tienden a prestar sus libros de forma altruista, aunque les encantan las adivinanzas. El portero, sin ir más lejos os propone una, ¿Cual es la torre más alta de la Universidad Invisible?

(Si se responde correctamente se abrirá nuevo contenido)

domingo, 27 de febrero de 2011

Capítulo IV de Purgatorio: La trama

Se despertó con un techo familiar sobre su cabeza. Su visión aún borrosa intentaba discernir las complicadas formas del yeso. Ese ejercicio mental le cansaba, pero le serviría para poder acopiar fuerzas para erguirse. Sin embargo era incapaz, férreas cuerdas le apresaban las muñecas. Trató de recordar los últimos acontecimientos pero el pasado estaba borroso.Varios jirones de memoria se arremolinaban incomprensibles frente a su razón. Exhausto se aferró a un momento más nítido: un brillo a su espalda, un golpe en la nuca, una voz de mujer, y todo desapareció. Ese recuerdo le llevó a una sucesión de pensamientos lógicos, había sido capturado.

-¡Soltadme!¡Soltadme ya!- gritó aunque sin fuerzas. No tenía ánimos ni para resistirse. Por alguna razón sentía una presión muy fuerte en el pecho, como si le faltase alguien importante. O muchos álguienes.

-Compórtese, capitán- una voz marcial a su derecha hablaba como si siempre se le hubiese obedecido y, en el caso de que decidieras no hacerlo, se encargase de recordártelo de formas sutiles. De esas formas que requieren hierros afilados al rojo vivo-. Se encuentra en el dispensario del cuartel.

-¿General Villenforth?¿Qué ha pasado?¿Por qué estoy atado?

-Es por su propia seguridad. Ha recibido una soberana paliza y han tenido que soldar varios huesos con energía mágica -tras esto hizo una pequeña pausa, como barajando las distintas formas de preguntar algo. Al final se decidió -. ¿Recuerdas algo de lo que pasó en la aldea?

-Absolutamente nada, señor -se sorprendió a sí mimo desconfiando de las motivaciones del general en todo ese asunto, ¿por qué un general visitaría a un subordinado en el dispensario de la soldadesca? Casi como leyendo sus pensamiento, Villenforth comentó:

-He venido para conocer tu informe sobre la captura de los terroristas. Cuando supe que estabas aquí entablillado di por hecho el absoluto fracaso de la misión- remarcó absoluto de forma que sonase casi a insulto, más que el insulto propio-. Ahora que te veo hecho una pena casi lo confirmo.

Una enfermera se acercó por el otro lado de la cama y se dispuso a revisar el vendaje. El ambiente cargado que provocaba las acusaciones y la presencia del general se deshizo momentáneamente tras las típicas preguntas de una enfermera, con cariño e interés testeaba al enfermo con los archiconocidos "¿Te duele aquí?","Estás cómodo en esta posición" e incluso la más inusual "Si te sientes con fuerzas levanta un poco el trasero para cambiar las sábanas". Tras esa pequeña interrupción, en la cual Meth se sintió muy avergonzado y Villenforth casi divertido (casi, el hombre no parecía haberse divertido nunca), prosiguieron su conversación:

-Según los informes de mis espías los hermanos Uhlkson y la draig'kin dejaron Forthiund tras el incidente- cuando terminó la frase, Meth se revolvió para preguntar, preocupado por algo que no recordaba-. Como veo que no lo recuerdas he de decirte que debes rellenar un parte de baja. E concreto un parte de seis bajas y dos deserciones- una máscara de terror cubrió el rostro de Meth-. Sí, capitán, eres capitán de una tropa vacía.

El shock de la noticia no se hizo esperar, los recuerdos inundaron su mente como si se abrieran las puertas de un dique y el agua inundara el valle. Recordaba la pelea, el monocorno, la increíblemente ágil draig'kin, los ojos de la chiquilla, su tropa asesinada, el arrebato de ira inútil y el golpe final que le derribó. Ahora las piezas encajaban. Meth no sabía que decir, se había quedado hasta sin preguntas. Ya no le preocupaban, solo un profundo sentimiento de culpa llenaba la duda y dejaba la conciencia para el arrastre.

-Tus métodos son tan poco ortodoxos como poco efectivos Gwayn- una voz suave, andrógina y muy fría comentó divertida. Viendo que la puya había hecho efecto siguió haciendo leña del árbol caído-. ¿Es esto lo que podemos esperar del general de la brigada en la sombra? Deja al capitán descansar, no es uno de los prisioneros con los que te diviertes por la tarde.

La figura que Meth no alcanzaba a ver se encontraba a los pies de la cama. El dispensario era una sala enorme llena de camas que sólo ofrecían la intimidad que proporcionaban cortinas puestas entre catre y catre. El blanco de las cortinas destacaba el negro de la armadura del general. Cuando la figura se acercó al borde izquierdo de la cama el chico la pudo contemplar mejor. Nunca había pensado que podría haber algo que destacase más en un mar de blanco que la coraza negra de Villenforth. Se equivocaba. El traje azul brillante bordado con oro acaparaba toda la luz de la habitación, lejos de ser una metáfora en cierta manera era cierto. Unas ondas tenues recorrían la casaca y los pantalones del hombre, si se le podría llamar hombre. La cara del misterioso interlocutor era sumamente andrógina, era la definición de un hombre tan bello que casi no se le podía aplicar la definición de human'an. Su pelo gris caía muy liso sobre sus hombros mientras que unos mechones negros en la parte izquierda de su cabeza parecían flotar con viento propio. Era inconfundible, Meth lo reconoció enseguida: Ariano Hubris "El Mago", general de la división mágica del ejército de Ëthrell. Verlo fuera de su laboratorio era algo digno de contar a sus nietos. Aunque todo el tema se estaba poniendo tan tenso que empezaba a pensar que no iba a tener posibilidad de tener nietos. Difícil tarea estando muerto.

-Bien, ¿Meth Giglia?- su pregunta casi heló el aire-. Soy uno de los responsables de que te encuentres actualmente aquí recuperándote y no enterrado vivo en algún lugar del país.

-Muchas gracias, señor -pese al odio hacia la división mágica, debía hacer un esfuerzo. Era un superior al fin y al cabo-. Pero, ¿por qué este honor?¿Cómo pudo estar allí para salvarme?

-Querido, me encuentro allí donde se me necesita -echó una mirada de significativa afectación-. La magistri Herrshel me informó, estaban cerca vigilando.

-¿Quiere decir que sabían que iba a pasar?

-Nuestras órdenes eran claras-intervino el general Villenforth-, debíamos vigilar de que se cumpliese su misión con éxito debido a que eran extremadamente peligrosos. Si hubiese sabido que estaba bajo vigilancia no se habría comportado como se esperaba.

-¿Me están diciendo que estaban allí y no hicieron nada para evitar que masacraran a mi pelotón? -la ira de Meth iba en aumento, sus palabras eran hierro fundido.

-No se altere, capitán -de nuevo la aterciopelada voz de Hubris enfrió los ánimos-. Estaban para vigilar de posibles refuerzos enemigos, no habría cabido posibilidad alguna de evitar la masacre. Según los informes fue en unos instantes- la última frase golpeó a Meth como un mazo de setenta kilos directo al estómago. Él había entrenado a su pelotón, el cual había sido completamente diezmado en "unos instantes". Su autoestima iba cayendo cada vez más-. Lo mejor será que descanse hasta que se recupere, sus heridas sanarán rápido y en un par de días estará como nuevo. Mis innovaciones en materia rúnica han permitido estos avances, ¿no es maravilloso? Pero basta de alardear, Villenforth, dejémosle descansar.

Mientras los generales se retiraban una enfermera se acercó:

-Le voy a administran un sedante con extracto de alraune para que duerma mejor.

Mientras le inyectaba el contenido del vial todo se iba haciendo cada vez más sencillo. Y durmió. En la salida del dispensario, Villenforth y Hubris discutían.

-¡Estúpido!¿Cómo se te ocurre contárselo?¡Joder, no haría preguntas! Simplemente estábamos haciendo una misión diferente, ahora sabe que estábamos vigilándole.

-Mi querido Gwayn, hay que darle a entender que confiamos en él. Si le ocultamos nuestra presencia en el escenario de la batalla, ¿cómo le explicarías que llegamos antes de que pudiesen matarlo?

-Maldito magucho-comentó Villenforth con desgana-. Algo se te habría ocurrido seguro, eres experto en ello. Si hubiese recibido el más mínimo daño...es más, si le hubiesen capturado ahora mismo tendría mi cabeza colgando de la Torre del homenaje del castillo.

-Pero no le pasó nada, ¿verdad? Mis métodos son infalibles. Además, como bien vistes, no hizo falta defenderle. Lo que lamento profundamente es que escaparan los hermanos.

-Esa zorra de Methele abrió un portal antes de que les hiciese picadillo. ¿Sólo ellos conocen el proyecto Átropos?

-Hemos de suponer que así es, y aunque hayan informado a otros, saben que puedo ver a través de sus ojos cuando lo desee, no usarán esa información a la ligera. Esta vez lograron engañarme cegando a la chiquilla en el camino, ¡oh, tonto de mí al no reconocer mi propia tierra! Suerte que tus habilidades siguen en forma, querido amigo -hizo una reverencia tan profunda que el general se puso rojo. La profunda androginia de Hubris desconcertaba a cualquiera, y aún más su rara forma de hablar y su extrema educación.

-No es para tanto, Hubris -Villenforth carraspeó como recordando el hilo de la conversación-. En cualquier caso a él no le gustaría que sus inversiones sufrieran ningún daño. Dice que cuesta demasiado crearlas como para que encima haya que mantenerlas.

-No tiene nada de qué preocuparse. Además, nuestro querido títere tiene su propia juguetera para arreglarlo si se araña. Y recuerda que esa preciosa juguetera me pertenece a mi por derecho. Algún día lo ejerceré, pero de momento me place contemplar dichas escenitas.

-Pese a tu cara bonita a veces eres un sádico, mago.

-El sadismo no tiene nada que ver con esto, en pos del desarrollo de la humanidad hay que llegar hasta límites que un human'an no osaría traspasar.

-Si no lo traspasamos es porque queremos seguir siendo human'ans, no bestias.

-¿Qué sabrá una mente tan falta de conocimiento científico? La ciencia precisa sacrificio, sudor y sangre. La moralidad es un simple lastre del cual podemos deshacernos.

-¿Moralidad?¿Sacrificio? Es curioso que me hables de ello porque sacrificios y sangre es lo que veo cuando me acerco a tus bichejos. Por lo que tengo entendido, él pretende usar tus "juguetes" para su propio beneficio, ¿qué hay de ciencia en ello?.

-Tras una guerra que se comete en pos del bien personal siempre hay una época de grandes avances científicos, es precisamente porque durante la guerra la moralidad se vende barata y los avances tecnológicos bélicos se emplean luego en la sociedad civil. ¿Qué más da si le doy un empujoncito y empiezo antes de que estalle una guerra?

-A este paso, tú crearás la guerra-el general se dio la vuelta y salió por el pasillo del dispensario.

-Por mí está bien, podéis mataros mientras experimento-. tras susurrar estas palabras un círculo de brillante luz azul surgió a sus pies. Una nube de chispas plateadas recorrieron su cuerpo y en tres segundos, la figura de Hubris se desvaneció en el aire.

martes, 1 de febrero de 2011

Interludio

Rojo.
Sangre.
Luz.
Sangre.
Luz, luz, luz...
Sangre, luz...
Rojo.
Negro...

lunes, 24 de enero de 2011

Capítulo III de Purgatorio: Recuerdos

En thermios, el río Yön era nada más que una caricatura del poderoso torrente en el que se convertía con el deshielo en criom. El estío disminuía su caudal visiblemente y solo se podía ver un arroyito de aguas cristalinas vadeando por las riberas. Eso en su nacimiento. En el curso medio, a su paso por la capital del reino Ëthrell, los numerosos afluentes le dotaban de nuevo de vida y actividad.

El río corría apaciblemente a la derecha del camino. Hileras de shopilos y verdefloras lo acompañaban en su interminable viaje hacia el Mar Interior. El tramo cercano a la Vega de Luna (Vais’n’sel’nn según los antiguos) era una etapa estacionaria de las aguas, el vigor de la ciudad hacía tiempo que había amainado. Las carreteras que corrían junto al Yön eran relativamente seguras, y, aunque no se consideraban calzadas reales, eran muy transitadas. La provincia de Vega de Luna sustentaba su economía gracias a las numerosas calzadas que discurrían por ella, era, pues, la última parada antes de llegar a la capital e innumerables comerciantes, oportunistas y, por supuesto, bandoleros, hacían su agosto gracias a las rutas mercantes.

La compañía llevaba ya tres días de camino. La soldadesca, que acostumbraba a retrasar expediciones debido a la carga que generalmente portaban, en esta ocasión marchaban con una insólita rapidez. Incluso se permitían entonar canciones de marcha que alegraban el corazón con blasfemias inocentes y con imprecaciones algo más subidas de tono:

Cuando la veas aparecer por la cantina
Que no te lleve la muerte
Porque con mirarla sabes que miente
Y al vecino de al lado se trajina
Uh-uap,uh-uap jé!

La infantería del batallón de Meth marchaba al frente, a pie como era de esperar, portando todos sus aparejos –que no eran más que un zurrón con el racionamiento del ejército (un chusco de pan y un cacho de queso), una espada al cinto y una rodela a la espalda-. Sin embargo, cinco figuras viajaban en la retaguardia, montando sendos saurios-navaja. Gwayn Villenforth y dos escoltas montaban unos estupendos saurios negros, del norte de Kurbogia. A su derecha estaba Dahlia Herrshel y Meth Giglia montando, respectivamente, un padiiliano pardo y un desertiano color arena. La escolta de Villenforth se mantenía siempre alerta, aunque casi no se distinguiera bajo las capuchas. Su presencia oscurecía el ambiente, y la situación era tensa e incómoda. Ninguno hablaba. De vez en cuando Dahlia soltaba algún bufido, ofendida por las alegres tonadillas de la soldadesca. Pero inmediatamente bajaba la cabeza como si su protesta estuviera fuera de lugar.

-La aldea de Forthiund está cerca- rompió el silencio Villenforth-. Tus soldados deberían bajar el tono y preocuparse más por la misión que por líos de faldas. ¿Acaso son un reflejo de su superior?

El comentario despectivo no pareció acertar en el blanco. Con profesionalidad, Meth ordenó a su tropa mantener una posición vigilante. Súbitamente cesaron los cantos y la música fue reemplazada por el sonido de ocho espadas desenvainando.

-Mi tropa está lista, mi señor, ¿nos explicará de un vez el motivo de esta travesía?-no hizo amago de ocultar la irritación en sus palabras.

-En ese remoto pueblecito se ocultan tres terroristas que planean atentar contra la corona. Venís a eliminarlos.

-¿Y la presencia de la Magistri Alquimista?

-Eso excede de tus competencias muchacho, tu misión es entrar en Forthiund y atrapar con vida a Methele Uhlkson, Gregor Uhlkson y An'alis Ka'alim. Te aviso que no serán fáciles de capturar. Nuestros objetivos, aunque trabajemos juntos, son diferentes. Y no tengo orden de compartir mis propósitos. Eso incluye a la Magistri Dahlia.

-Curioso, creí que íbamos a ser su escolta.

-Lo habéis sido, hasta llegar a Forthiund. Ya se ve el pueblo a lo lejos, aquí nos separamos, capitán -marcó la última palabra como un tiro y tiró de las riendas de los saurios. Los cuatro se separaron del eje central y se perdieron tras la colina.

Meth estaba visiblemente enfadado. Órdenes crípticas, absolutamente ninguna información, misiones secretas...¿qué estaba pasando?¿Un atentado contra el rey?¿quién querría hacer algo así?, Ëthrell no se encontraba en guerra. Preguntas, preguntas, preguntas, la duda era su eterna condena, la duda hacía que a sus propios ojos fuese un verdadero cobarde. ¿Fue la duda la que le salvó en aquel desfiladero? ¿Porqué es el cobarde el que sobrevive mientras los valientes entregan sus almas?. No era tiempo de cuestionarse la existencia.

Debía encontrar a esos tres terroristas, al parecer dos hermanos y un draig'kin. Que un batallón entrase en una aldea buscando gente era demasiado evidente, los tres escaparían a la mínima señal de peligro. Decidió dividir a su tropa en tres. Estudió el mapa del pueblo durante unos minutos y al fin consiguió crear una estrategia. De tres en tres peinarían la aldea desde las tres entradas a esta, cubriendo así las posibles rutas de escape. Habría que estar atentos a las monturas que encontraran para evitar que pudieran usarlas.

Comenzaron la búsqueda, pero no tardaron en encontrarles. Simplemente estaban en la plaza del pueblo, esperándoles. No fue difícil reconocerles, un chico y una chica human'an junto a una draig'kin. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Meth.

-¿Sois los hermanos Uhlkson y An'alis Ka'alim?

-N'vinah shiga na hukiel.

-Sí, y con escolta, fíjate hermanita.

-Pero, ¿no venía el encapuchado con ellos?

-Habrá decidido emboscarnos, como si lo viera. ¿De qué se nos acusa, soldado?

-Capitán-dijo ofendido-. Sois acusados de terrorismo y de intento de atentar contra la vida del rey Johan Sebastian I.

-Un regimiento para nosotros -comentó Gregor, ignorando visiblemente a Meth-. Debemos de interesarles realmente a esos tíos.

-Si shiga'n'fishthael na?

-Esta vez sí va en serio, Greg. Dejémosles en paz -la chica sonaba impaciente-. Vámonos.

-¿Y volver a huir? Estamos muy cerca de Ëthrell, por fin podremos ajustar cuentas.

-Tropa, en posición.

Los soldados se agruparon alrededor de los tres, cortándoles la huida. El repiqueteo de las cadenas de las cotas de malla casi producía un ritmo mecánico, presagiando la pelea. Pero no la hubo. No hubo tiempo de pelear. ¿Cómo peleas si se te viene encima un monocorno de cuatro metros? Simplemente no peleas, te dejas morir aplastado porque no has tenido tiempo de apartarte de su trayectoria.

Dos soldados bajo el monocorno que no se sabía de dónde había salido y otros dos empalados en su apéndice. Dos más empleándose a fondo con la draig'kin que había sacado una lanza también de la nada y la blandía como una experta. Los dos que quedaban habían salido corriendo, no se sabe porqué pero el miedo se veía en sus rostros, los ojos de Methele brillaban.

Meth lo contemplaba todo con el rostro desencajado. La facilidad con que su tropa bien entrenada había sido derrotada le produjo un profundo shock, estaba reviviendo su pasado desde el punto de vista de su capitán. No entendía la situación, ¿qué había hecho mal?¿Por qué no lo vio venir? Era su culpa, no los entrenó lo suficiente, no supo dar las órdenes, su estrategia fue un fracaso.

Casi en trance tomó su espada y lentamente se dirigió hacia los dos humanoides y la bestia. Su paso era decidido y miraba al suelo, como entristecido. Estaba resignado a morir como su antiguo capitán, lucharía y moriría por su incompetencia. Sus contrincantes se pusieron en guardia.

-Amigo, yo que tú saldría corriendo, vas a correr la misma suerte que tus camaradas -el monocorno articuló estas palabras con una extraña voz grave, era ya evidente que era el propio hermano Uhlkson.

-Que así sea -la voz de Meth era distante.

-¿Uso mis runas?

-No, nos bastamos An'alis y yo.

A media distancia de ellos, Meth comenzó a cargar, levantando la espada poco a poco y enderezando la punta en dirección a ellos y la empuñadura a la altura de sus ojos. Pronto el monocorno se plantó frente a él y se apresuraba a ensartar, pero el capitán saltó justo en el momento y se apoyó en el cuerno para sortearle por arriba. Pero no tuvo buena suerte, en ese momento la draig'kin estaba arriba esperándole, sus alas la sustentaban en el aire. Entrechocaron las armas, pero Meth se desequilibró y cayó de espaldas. El golpe probablemente le rompió alguna costilla, pero se revolvió y se puso de nuevo en posición de ataque.

-Déjalo, en serio, no tenemos nada contra ti -la draig'kin habló en perfecto ëthrelino aunque con un poco de acento-. Por favor, déjalo.

-¿Creéis que voy a ser como mi capitán?¿Qué les dejaré? Moriré por mi estupidez, ¡así ha de ser!- Como un rayo se abalanzó sobre el animal, esta vez haciendo una finta por la izquierda e intentando acertar en el costado. No le dio tiempo. Sintió una mano en la nuca y una descarga. Cayó al suelo de nuevo. Con los ojos abiertos vio como la chica se inclinaba sobre él.

-No tienes culpa de nada, soldado.

Se cerraban los ojos, ¿moriría? Casi sentía alivio. Pero seguía habiendo preguntas. ¿Esto era morir?¿De verdad era como dormir? Eran las mismas sensaciones. Incluso soñaba. A lo lejos oía voces. ¿Qué dirían?¿Se reían de él? El cansancio le pudo y se dejó llevar. Durmió.

-¿Su capitán?¿¡Qué cojones decía!? Estaba como una puta cabra.

-Puede ser, Greg, pero ayúdame a llevarlo a la madriguera. Pesa mucho para mí sola.