lunes, 21 de marzo de 2011

Segunda Prueba

Los bibliotecarios han desenterrado de entre los viejos volúmenes antiguos diarios que recogen el saber de dos almas ya conocidas. El maestro te hace una pregunta, ¿cuál es el nombre de Hubris?

Prueba superada. Los dos primeros capítulos junto con el tercer prólogo en formato libro, con nuevas adaptaciones, con anotaciones al margen y ampliado:
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pass: ariano

sábado, 12 de marzo de 2011

Prólogo: El alma

Los monolitos milenarios contemplaban impertérritos la sala que los albergaba. Trescientos cuarenta y cinco bloques de basalto gris agrupados en círculo alrededor de un epicentro. La Sala del Inicio medía más de seis mil metros cuadrados y en sus monolitos contenía jeroglíficos e imágenes con profecías y leyendas antiquísimas que los altos teúrgos han traducido e interpretado durante más de ochocientos años. La oscuridad que reinaba en la tremenda bóveda circular se quebraba momentáneamente por miles de cirios encendidos en la base de las "Tablas de Daigon" como eran conocidas. Dos figuras caminaban entre ellas, a paso quedo, deteniéndose a menudo. Una de ellas, más alta que la otra, parecía guiar a su pareja.

-La mente de Dios es inabarcable, chico. Por mucho que intentes comprender su naturaleza, tu alma no está hecha de su misma materia, por eso te debe ser natural sentir confusión.

-Pero-la voz del chiquillo titubeó un instante-, Supremo Teúrgo, si Daigon es nuestro creador...-meditó durante unos instantes su pregunta- ¿no es lógico que nos crease para poder estar con nosotros?

-Hijo mío-al ver que el chico se esperaba una reprimenda relajó el tono y sonó condescendiente-, es lógico para ti, pero él no es lógico. Imagina que has vivido eones. Imagina que tengas consciencia de tu existencia y de tu naturaleza divina. Con una vida tan grande como el universo, tu mente no sería tan fugaz como la nuestra, limitada por nuestra mortalidad, sino insondable e inabarcable. Al ser eterno, conoces el pasado, el presente y el futuro y por lo tanto conoces todas las eventualidades que irán ocurriendo en el universo. De esta manera acabarías actuando tal y como se te muestra en el futuro, siguiendo un plan que sólo tú conoces, ya que te pertenece. ¿Crees que tendrías tiempo de poder descansar?

El chico se miró la sotana roja durante un momento, pensativo. Luego alzó sus ojos verdes llenos de confusión y miró al hombre de forma interrogadora.

-Entonces...Supremo Teúrgo...¿por qué nos hizo Dios?¿Para qué le servimos?

El Supremo Teúrgo se quitó la mitra blanca un momento, preparando la respuesta. Repasó con el dedo el borde dorado y azul. Miró luego a la interminable fila de monolitos y suspiró melancólico.

-Esa es la pregunta que se hace toda alma en nuestro mundo, Shinji-abrió sus brazos y abarcó toda la sala con ellos-. Aquí intentamos encontrar una respuesta. Esta es la Sala del Inicio. ¿Conoces la leyenda del inicio, pequeño?

-Pues...-el chiquillo miró avergonzado de nuevo hacia su túnica roja de iniciado- No Supremo Teúrgo, el teósofo Hakane dijo que la conoceríamos al dejar de ser iniciados y ser lectores -empezó a ponerse rojo de vergüenza inocente.

-Jajajaja -rió estridentemente y de forma bonachona. Al hacerlo la barriga subía y bajaba, cosa que le pareció curiosa al pequeño Shinji. ¿Por qué el Supremo Teúrgo estaba gordo y sus compañeros y teósofos estaban todos tan delgados? Se abstuvo de comentar nada, cuando preguntaba esa clase de cosas siempre se enfadaban con él. Le habían dicho más de cien veces que no preguntase a la gente por cosas ofensivas. El pequeño no lo entendía, ¿por qué alguien se iba a ofender si se preguntaba acerca de algo que era una verdad obvia? El día que llevaba dos semanas encerrado en la sala de oración como castigo decidió dejar de preguntar cosas acerca de la gente, al parecer, la verdad ofendía a la gente-. Pero Shinji, ¡si hoy vas a ascender a lector! ¿Sabes por qué vas a dejar de ser un iniciado?.

-El teósofo Hakane dijo que es porque leo el primigenio como un lector y porque ya tengo diez años- se irguió de forma orgullosa, para demostrar que ya era un adulto.

-Eso dijo, ¿Eh?-se pasó una mano por su incipiente calva sudorosa y se ajustó la mitra de nuevo-. Pues tendrá razón. En cualquier caso escucha atentamente, Shinji. La historia que te he de revelar es la que guía nuestra labor y por tanto debes recordarla así como proteger su veracidad, ¿de acuerdo?

El chico miró a los ojos del Supremo Teúrgo con expectación y movió la cabeza arriba y abajo con energía.

-¡Muy bien, jajaja, así me gusta! Escucha atentamente:

"Antes de que existiesen las eras, antes de que nuestro planeta siquiera fuese real, el universo estaba plagado de seres de un poder divino. Estos dioses luchaban entre sí por poseer todas las dimensiones y llevaban su guerra a los distintos universos. De entre ellos uno se alzó, Daigon, La Sierpe de Plata, El Dragón de las Ocho Alas. Peleó contra sus hermanos y venció, obligándoles a exiliarse fuera de esta dimensión en la cual reinaría.

Con su supremacía asegurada, comenzó a desarrollar su plan según su visión de futuro. Comenzó creando un mundo a partir de su propio corazón en llamas. Sabiendo que no podía darle forma el mismo, ya que destruiría el pequeño planeta con su inconmensurable tamaño, creó avatares que cumplirían su voluntad. Estos avatares fueron los llamados Prot'n'thel (protector de dios) y cada uno tenía una tarea que cumplir.

El primero fue Amphosthaelem, la Ciudad Navegante. Una enorme ciudad en una burbuja con varios brazos o tentáculos que salían de ella. En la parte inferior poseía ojos para poder ver. Al acercarse al mundo empezó a crear agua y a enfriar la enorme bola de fuego. La roca enfriada formó los continentes y el agua que creó Amphosthaelem formó los océanos. El primer Prot'n'thel vivió en ellos, protegiéndolos y creando las mareas y las olas.

El segundo fue Ansmod, el Purificador. Un enorme cuerpo similar a un pájaro y con cara de mujer surcó los cielos del mundo recién creado, limpiando la atmósfera entre sus alas creando aire limpio y claro. Ansmod protegió los cielos eternamente, a una velocidad a la que no se le puede ver.

El tercero fue Tegitoum, el Gigante Diamantino. Una mole de rocas cristalina con forma de gigante sin cabeza y ojos en el pecho. Descendió a los continentes y se dispuso a darles forma y mover montañas. Entonces se crearon las cordilleras y los valles que éste Prot'n'thel juró guardar.

El cuarto fue Tekkarm, la Máquina Maravillosa. Tekkarm es el verdadero guardián de nuestra dimensión, cerrando el paso a los malvados dioses extra-dimensionales que quieren destruir la obra de Daigon. Se encarga de que el tiempo y el espacio se mantengan unidos y sin fisuras. Se le representa como una especie de máquina de relojería con múltiples capas de metal en la parte superior, en las cuales tiene sus ojos, tres por cada placa. En la parte inferior de la maquinaria tiene seis agujas muy afiladas y cuelgan girones de tela azul de la maquinaria interior.

El quinto fue Protheon, el Hijo Verde. El creador de la vida y su protector. Un gran dragón verde metálico con alas emplumadas de oro y marfil. Acunó y dio forma a cada una de las criaturas que pueblan nuestro planeta.

Sin embargo fue este último quien más arrogancia demostró. Pese a ser avatares de Daigon, Protheon sintió en su interior que en realidad él había creado la vida y por lo tanto esta le pertenecía, no a su señor. Daigon, con sus mil voces, le mostró que todo había sido parte de su plan y de sus designios por lo que todo lo que él creara, sería por gracia de Dios. Protheon, en su ignorancia, renegó de las sabias palabras del creador y se autoproclamó dios de toda la vida del mundo. Para demostrarlo creó algo que, según el Prot'n'thel, no podría concebir Daigon, un ser con inteligencia propia y libre albedrío.

De esta manera, el Hijo Verde creó a su imagen y semejanza a los draig'kin, bestias mitad dragón mitad ave. Éstos pronto adoraron a su creador como ser supremo del planeta y se dispusieron a conquistar todos los continentes. Daigon, escandalizado por el agravio que había cometido su hijo, envió a sus avatares a la guerra. Por un lado los ejércitos de Dios, formado por seres todopoderosos como los Prot'n'thel, por otro lado Protheon y su progenie maldita. La guerra duraría eternamente, ya que al ser avatares de un ser supremo, los Prot'n'thel no mueren como nosotros, están dentro de El Ciclo pero no se mueven por él, se mueven "con" el.

La mayor ofensa se dio cuando el Hijo Verde en persona dio muerte a Tegitoum, haciéndole regresar al ciclo. Daigon entonces cambió la forma de éste y le renombró como Midger, una serpiente descomunal que velaría y cambiaría los continentes desde el interior de la tierra. Viendo que los draig'kin también se movían con El Ciclo y no eran movidos por él, Dios no tuvo más remedio que crear el Prot'n'thel supremo: El Mallernaphonde, La Muerte.

El Mallernaphonde era una máquina perfecta, forma humanoide y armas preparadas para la batalla. Su escudo era pura energía y su espada abría los cielos y la tierra. Desde su celada podía ver a través del cuerpo físico y leía las almas. Pero más allá de un armamento sin igual, poseía una cualidad superior: Estaba "por encima" de El Ciclo. Lo que el Mallernaphonde decidía, moría eternamente. Sin embargo Dios decidió dotarlo de una característica que lo hiciera débil, y esto era que no tenía mente, estaba vacío.

Para que el Mallernaphonde siguiese los designios de su creador, Daigon creó a partir de un trozo de estrella a un humanoide, y le dio inteligencia, libre albedrío e inmortalidad. La inteligencia le sirvió para darse cuenta de que Daigon era el creador de todo, el libre albedrío para censurar el acto que cometió Protheon y la inmortalidad para llevar a cabo su tarea eternamente. Ese humanoide fue Ishuman'an (el primer human'an).

El Mallernaphonde pilotado por Ishuman'an fue destruyendo poco a poco los ejércitos del Hijo Verde hasta enfrentarse con el mismísimo Protheon. En la batalla, éste confundió a Ishuman'an diciéndole que Dios lo había creado solo para servirle como esclavo, que siempre estaría solo. Tras derrotarlo, Ishuman'an cumplió su misión, pero quedó confundido.

Al volver junto a Daigon, le preguntó "¿Por qué, padre, me has creado?¿Para qué le sirvo?". Él le respondió "Para proteger El Ciclo, la vida y la muerte." Pero sin embargo Ishuman'an no lo comprendía, tenía una función pero seguía sintiendo soledad y confusión. Volvió junto a Dios y le preguntó "Padre, ¿por qué estoy solo?" y él le contestó "Porque eres único e individual, tu eres vida y espíritu en un solo cuerpo". "Pero, me siento solo y no me gusta, ¿no puedo tener un compañero?". "Si tuvieras un compañero deberías renunciar a la inmortalidad. Como piensas de una manera, tu compañero puede pensar de manera diferente. Eso os llevaría a pelearos, con las cualidades que te he otorgado, la pelea sería eterna y cada vez más crecería el odio en vuestro interior, importándoos poco mi obra y vuestra misión para conseguir vencer al otro.". Tras decir esto, Ishuman'an alzó la mano y decidió ser mortal. De esa manera si hubiese odio, podría morir por la gracia de Daigon y volver a El Ciclo. Dios, tras oír esto, se sintió ofendido y complacido a la vez, su hijo sacrificaba sus dones para obtener un capricho pero a su vez era capaz de enfrentarse a su Dios para que le permitiese vivir por él.

"Está bien, se te concederá la maldición de la mortalidad y un compañero. Pero has de saber que el Mallernaphonde solo puede ser manejado por aquellos que sean dignos de mi nombre, y tu atrevimiento me ha entristecido enormemente. No podréis montar la máquina hasta que expiéis vuestro enorme pecado, pero eres hijo mío, te concedo tu capricho" Acto seguido tomó otra estrella y formó a una mujer Heman'an (mujer human'an). Luego tomó el Mallernaphonde y lo escondió en algún lugar del mundo.

Ishuman'an, mortal ahora, vagó por el planeta y se estableció. Allí donde levantó su casa dijo, "Aquí vivirán mis hijos y los hijos de mis hijos. Se dedicarán en cuerpo y alma a nuestro Dios hasta el día en el que nos perdona por nuestro enorme pecado". Los hijos de Ishuman'an y Heman'an crearon a los human'an actuales. Desde entonces, Ishuman'an y sus hijos grabaron en la piedra la sabiduría que habían obtenido de Dios durante el momento que estuvo junto a él. Estas son las Tablas de Daigon y el lugar fue la Sala del Inicio."


Tras el increíble relato, Shinji se quedó consternado. Para él era un cuento muy bonito, una fábula apoteósica con un mensaje. Sabía que había un mensaje. Pero no lo entendía. Si Daigon permitió que el Mallernaphonde destruyera a los draig'kin, ¿por qué aún se veían a seres de esta especie? Si Protheon no existe, ¿no hay un guardián de la vida?¿Cómo surgieron los kurbogs, los ictiones, los bonmer, los chinads, los asmenior?¿Por qué Daigon estaba tan preocupado por tener el derecho de ser el creador supremo?¿No son sentimientos humanoides al fin y al cabo? Shinji sintió que esas preguntas eran del tipo ofensivas, de esas que le costarían siete u ocho semanas en la sala de oración. Decidió callar, recordó que hay un refrán agiliano que decía "la lengua curiosa pronto es cortada".