martes, 31 de mayo de 2011

Capítulo II de El Alma: Un Viaje

El fuego lamía la cúpula de la Cámara de los Orígenes. En la base se arremolinaban cruzados, teúrgos, iniciados y sirvientes por igual, intentando extinguir las llamas. En el puente donde antes habían presenciado la explosión Ka y Shinji, ahora solo había sombras y viento. Cuando el fuego estuvo por fin controlado, el Alto Cruzado Akin Hillzone dirigió la búsqueda de rastros de la explosión.

Hillzone era ya viejo y cansado, pero pese a sus sesenta y ocho años, estaba curtido en la guerra y su experiencia era vasta. Mientras sus hombres rebuscaban entre los escombros él sopesaba los daños de la estructura principal mientras se mesaba la perilla blanca. Los contrafuertes se mantenían firmes, pero toda la estructura esférica se había colapsado, aplastando estatuas y el atrio bajo ella. Tendría que dar órdenes a los constructores para que al menos despejasen los escombros lo antes posibles. También deberían cubrir el agujero con lonas, en vitaem las lluvias eran especialmente abundantes en la capital.

Se encontraba mirando hacia arriba cuando uno de sus hombres se acercó con dos objetos:

-Este lo hemos encontrado bajo una losa enorme, señor, no creemos que estuviese aquí abajo durante la explosión y la verdad, no podríamos reconocer que es.

-Eso es simplemente es chapado en oro de las filigranas de las balaustradas de fuera que se han fundido con el calor de la explosión, soldado. No malgaste mi tiempo con esas minucias- dijo con voz irritada.

-Perdone señor. ¿Entonces este otro? No parece haberse fundido.

Hillzone cogió el cilindro de metal completamente calcinado por los extremos. Reconocía el objeto, era un "dedo de fuego". Fabricado por alquimistas, consistía en un cilindro de metal con dos cámaras estancas separadas entre sí por una pared de arcilla. En cada cámara tenía un compuesto que si se mezclaban reaccionaban de manera explosiva. Mediante una aguja muy larga en un extremo se perforaba la pared de arcilla. Una vez retirada la aguja se tenía un margen de uno o dos minutos antes de la reacción. Era un artilugio creado para las minas de estaño y oro, jamás se imaginó que podría ser usado para esto.

Supuso que el cilindro se encontraba por el interior de la cúpula, ya que se encontró debajo de la losa. Eso quería decir que había habido un sabotaje desde dentro de la Cámara y que por tanto todos aquellos que tenían acceso a ella eran sospechosos. Eso no era lo peor, una pregunta le rondaba la cabeza: ¿qué querían conseguir volando la cúpula?

Al otro lado del muro del Santo Templo, con la colina de Montemar en el horizonte, yacía Shinji dormido. Según amanecía se despertó. Estaba en una cama extraña que por un momento no recordaba. Según su mente se desperezó, las memorias le llegaron. Había escapado del Santo Templo justo después de la explosión de la cámara casi en volandas. Ka le había agarrado por la cintura y se había precipitado al vacío desde el puente. Con la impresión del salto y el aire que entraba a raudales por su boca abierta se le hizo imposible gritar. Sin embargo, Ka aterrizó suavemente sobre el césped del jardín, casi sin hacer ruido. Soltó a Shinji en el suelo y lo agarró de la mano. Lo hizo correr hasta el borde de la muralla dónde ya no había ningún guardia, todos se encontraban apagando el fuego de la cúpula. Aprovechó entonces para saltarla limpiamente, como quien salta un seto.

Lo último que recordaba era una carrera por las calles de Padiilia Realeigh hasta una posada sucia y destartalada llamada La Cabeza del Protoceras. Allí Ka pagó una habitación y Shinji, al tumbarse en la cama cayó rendido de sueño. Aún pensaba que era un sueño cuando Ka se acercó al borde de la cama.

-¿Has dormido bien, pequeño?

-Ehm, sí...eso creo-dejó escapar un bostezo y se frotó un ojo con el puño izquierdo.

-Debemos partir inmediatamente. A estas horas ya habrán descubierto el dedo de fuego y habrán notado tu desaparición. Es increíble como los orgánicos os dais prisa cuando ocurren las desgracias.

-No creo que me busquen aún -dijo con voz adormilada-. Los rezos de la mañana no empiezan hasta las ocho. ¿Qué hora es?

-No sabría decirte. Aquí no hay reloj como en el Santo Templo. ¿Te lo puedes creer? Ese reloj de la fortaleza me da escalofríos, es como ver un cadáver rectangular.

-Para ser un experto en fugas y en misiones de sigilo eres muy hablador, ¿no crees?

-Paso mucho tiempo solo debido a mi profesión. Es normal que me guste hablar con alguien de vez en cuando, ¿no? No todos vamos a ser el típico estereotipo de guardián silencioso taimado y sin escrúpulos. Al fin y al cabo cumplo mi trabajo con la misma eficacia que esos otros, solo que también disfruto de una agradable conversación de vez en cuando.

Las tripas de Shinji rugieron cortando la charla de Ka casi de golpe. El praetoc entonces se levantó todo lo alto que era y se encaminó a la puerta.

-Veo que tienes hambre, te traeré el desayuno, aún nos queda tiempo.

Cuando Ka desapareció de la habitación, Shinji se levantó de la cama. Se dio cuenta de que aún llevaba el camisón de dormir de la noche anterior. Echó un vistazo a la pequeña habitación y descubrió un armario ropero. Pero no había ropa en su interior. Se dirigió a la puerta de la posada y espió un poco a través de la rendija. El pasillo estaba desierto. De repente, Ka apareció en su campo de visión como una exhalación. Shinji emitió un gritito de sorpresa.

-Perdona, pequeño. No pretendía asustar-abrió la puerta y entró con una bandeja repleta de todo tipo de comida-. No deberías salir sin mi protección. Puede ser peligroso. Toma, aquí tenemos el desayuno. Le he pedido al posadero todo lo que desayunáis los orgánicos. Me ha mirado raro y luego me ha dado esta bandeja. Hay cosas verdaderamente raras para comer, ¿qué es ese líquido blanco?

-¿Esto? Creo que es leche de protoceras -cogió la jarra de leche y se llenó un vaso. Bebió con avidez-. No, es de saurio navaja, pero está muy rica. Es muy dulce, ¿quieres probar?

El praetoc se encogió de hombros y se sirvió un vaso. Shinji estaba expectante para ver si su estratagema surtía efecto. Sin duda, Ka se quitaría el velo para poder beber. Sin embargo, el praetoc solo se apartó ligeramente el cuello de la capa y derramó su contenido por una abertura minúscula en su pecho. Shinji estaba aún más intrigado y ahora tenía una cara de perplejidad completa.

-Es cierto. Deliciosa. En mi país no tenemos este líquido. ¿De dónde procede?

-Viene de las ubres de una hembra de saurio navaja. Se la ordeña y sale la leche que luego se cuece. Dime, ¿cuál es tu país, Ka?

-Aym, ¿cuál si no?¿Tus tutores no te han enseñado geografía e historia pequeño?

-Claro que sí, conozco todas las escrituras de Daigon, la historia del Santo Profeta y ayer me confiaron la historia de las Tablas de Daigon -confesó el niño orgulloso.

-No la historia de tu religión, historia contemporánea. El nacimiento de los países, las distintas razas, las guerras, los gobernantes...

-Pero, no hay más historia que la que cuentan los textos sagrados y la que enseñan los teúrgos. Al menos eso es lo que dicen todos, hasta mis compañeros.

-Vaya, los orgánicos de este país son sometidos estrictamente a un régimen de desinformación constante por lo que veo. Así os tienen mejor controlados -dejó escapar un suspiro de resignación-. Aym, el Imperio Dorado, es el país de donde provenimos los praetocs. Está más allá de la corriente Alleria, en el continente de Rondiana, que vosotros denomináis como "continente en la sombra". Es inaccesible para vosotros por vuestros medios, sin embargo nosotros podemos atravesar la corriente Alleria con facilidad.

-No sabía de ese continente-admitió Shinji, aunque lleno de curiosidad-. Conozco Alleria , Cassinia , Walvia y las islas de Danoria. Pero nunca me hablaron de Rondiana.

-Probablemente quisieron ocultar nuestra presencia para evitaros conocer la verdad del Día del Engranaje. En fin -la voz de Ka sonaba cansada-, no puedo iluminar a todo un país. Eso es trabajo de vuestros gobernantes. Además, nuestra política es la de no intervención así como la de no hablar de nuestras tierras a ninguna otra raza.

Un silencio incómodo llenó la instancia durante un momento. Luego Shinji recordó el hambre y comenzó a comer. En la bandeja había además de la leche, pan, queso, varias frutas, salchichas, trozos de pescado marinado, un cuenco de gachas con miel, varias verduras rebozadas en azúcar (típico desayuno bonmer) y huevos duros de varias clases. Shinji devoró la gran mayoría aunque dejó de lado el pescado, muy típico de los ictiones, y las verduras (en azúcar o no, eran verduras, y como cualquier niño Shinji las aborrecía).

Ka le observó durante todo el desayuno, atento a su expresión para saber si le gustaba el desayuno. Cuando Shinji terminó y vio su sonrisa de satisfacción se sintió aliviado.

-¡Delicioso! Esto...¿Ka?

-Dime, pequeño.

-¿Por qué huimos?¿Hacia dónde vamos?¿Quién te ha enviado para protegerme?-La batería de preguntas salió de su boca como flechas de ballesta.

-Son preguntas lógicas, pero -la voz de Ka se tornó ligeramente triste- , me temo que no puedo decirte quién me ha mandado protegerte. Sólo puedo decirte que es muy poderoso y sabe el potencial que hay en tu interior.

-¿Potencial?-el praetoc se revolvió inquieto tras dicha pregunta.

-Portas runas, ¿verdad, pequeño?

Shinji levantó la mano derecha y la izquierda, mostrando dos símbolos. Luego se apartó el pelo de la frente mostrando una tercera y por último se bajó el cuello del camisón, mostrando una cuarta en el pecho. Mientras, Ka iba hablando.

-¿Ves? La de tu mano derecha es Iluminaria inversa, la runa invisible. La de tu mano izquierda es la llamada Cruz de Daigon, lógica de tu orden pero es demasiada coincidencia que la poseas. La de tu frente -Ka rozó con el guante el símbolo-, se trata de Apoca, una runa muy poderosa para aquellos que puedan usarla. Pero tu potencial está aquí, en tu corazón -puso la palma de su mano en el pecho del niño y Shinji se estremeció ligeramente-. Eres el señor de las bestias. Esta runa se conoce como Asmonia.

-¿Señor de las Bestias?

-Llevas recluido cerca de siete años en una fortaleza donde no tienes ningún contacto con animales. ¿Recuerdas algo de tu vida anterior?¿Recuerdas algún incidente con animales?

-¿Con animales?

Shinji intentó hacer memoria. Recordó vagamente un episodio en el castillo de Wirlain. Él era casi un bebé todavía de sólo tres años. Corría siempre por todos los pasillos que encontraba y su niñera tenía que correr siempre detrás de él.

El castillo de Wirlain era famoso por encontrarse en lo alto de un risco frente a la vasta inmensidad de la llanura astrana, como una isla en medio de un mar verde. Por lo tanto, más allá de las murallas sólo había una caída al vacío.

Un día, mientras Shinji corría por una de las murallas un fuerte viento le hizo desequilibrarse y cayó de bruces. La niñera, creyendo que se precipitaría al vacío corrió a socorrerlo con tan mala fortuna que tropezó con una piedra suelta y empujó también a Shinji. Ambos se colaron por una rendija de la balaustrada pero Shinji consiguió aferrarse a la cornisa. Vio como su niñera se estampaba violentamente contra los riscos del fondo y como rodó hasta que casi dejó de ser visible.

Shinji lloró y gritó de angustia y miedo. Quería subir pero su fuerza de niño no soportaba aún el diminuto cuerpecillo. Se estaba quedando sin aire para gritar y sin fuerzas para agarrarse cuando una bandada de carroñanos se empezaron a congregar en la balaustrada. Su plumaje negro y sus ojos azules destacaban con el rosa del atardecer de la costa astrana. Súbitamente, los carroñanos se lanzaron en picado a él haciéndole daño en los dedos para que cayera. Cuando Shinji no lo soportó más dejó su cuerpo en manos de la gravedad.

Según caía, las lágrimas se le escapaban a toda velocidad mientras cerraba los ojos. Pero no cayó ni tres metros cuando súbitamente se paró en seco. Abrió los ojos y miró hacia un lado. Un saurio navaja había sacado la cabeza por un ojal de la muralla para agarrarlo por la chaqueta de cuero con sus dientes. Con esfuerzo, el animal consiguió meter de nuevo al crío en el interior del castillo. A los diez minutos los mozos de cuadra llegaron corriendo a por el saurio que se había escapado de las caballerizas, rompiendo las vallas que lo guardaban. Pero no sólo encontraron al saurio acurrucado, si no que en su regazo estaba el cuarto hijo de Lord Lirio, llorando desconsoladamente rodeado de carroñanos que cantaban como si quisieran acunarlo.

Al día siguiente, su padre acordó con el teúrgo del castillo el ingreso de Shinji en el Santo Templo de Daigon , en Padiilia Realeigh, la capital de Padiilia.

-Sí, recuerdo vagamente algunas cosas. Pero creí que eran fruto de la casualidad.

-La runa en tu pecho lo atestigua, pequeño -lo agarró por el hombro de forma reconfortante-. Los animales no sólo siguen tus órdenes sino que te protegerán. Consiguieron encerrarte en el Santo Templo, alejado de animales para que no conocieras tu potencial y para poder usarte en el momento que ellos precisaran. Sin embargo quien me envió decidió que debías de huir de tu prisión.

-¿Con qué razón? Si tan poderoso soy...-Shinji pensó con detenimiento su siguiente pregunta, pero decidió hacerla-. Querrá utilizarme, ¿verdad?

-Es lógico que tengas cierto recelo, pero deberías darle un voto de confianza. Pese a que él me enviase yo he jurado protegerte, y el juramento es en ambos sentidos. Te protegeré de ellos tanto como de mí mismo y mis superiores si hace falta.

-Entonces, vamos a ir a ver a tus superiores, ¿verdad?

-Cierto, vamos a Aym pequeño.

A Aym, un país del que acababa de oír hablar. Quería saber más sobre él, el propio nombre que Ka había usado para él le atemorizaba. "El continente en la sombra".

-Pensé que ningún forastero podía entrar en Aym.

-En tu caso deben hacer una excepción. Debemos partir hacia Portoculls, en Ëthrell. Desde allí tomaremos un barco hasta Kithael, la capital de Kurbogia. Allí será donde encontremos el camino hasta Aym.

-Entonces, el viaje es inevitable, ¿no? -Shinji meditó durante un momento y se le vino un idea aterradora a la cabeza. No quería pensar en ello pero si iba a emprender ese viaje debía saber a costa de qué lo hacía-. ¿Qué harán los que me persiguen si consiguen dar conmigo?

-Probablemente asesinarte -contestó Ka sombrío. Se dirigió a la cama y se sentó, haciendo que el chiquillo se sentase junto a él-. Verás, esa runa con la que naciste, es especial. Asmodia es conocida como una Runa Maestra. No son como las marcas con las que nace una pequeña parte de la gente, son algo más. Mientras que algunos privilegiados nacen con tres o cuatro runas, estas suelen ser de nivel básico o medio. Otros tienen la suerte de nacer con avanzadas. En tu caso tienes la suerte de contar con una de cada una, pero la desgracia de contar con una maestra -acarició el pecho de Shinji y el chiquillo se ruborizó-. Una Runa Maestra o se nace con ella o se transmite. Cuando alguien que la posee muere, ésta se transmite a los seres vivos de su alrededor. Si no hay nadie presente, desaparece. Es sólo momentáneamente porque entonces un bebé nace con ella. Hace diez años y doscientos tres días que su portador murió en las Tierras Baldías del sur, solo. Eso fue diez días antes de nacer tú.

-¿Cómo sabes eso?¿Cómo me conocéis tan bien? -El conocimiento tan vasto del que hacía gala Ka le fascinaba y le atemorizaba a partes iguales. Se sentía espiado. Aunque habiendo vivido en el Santo Templo de Daigon la sensación de ser espiado permanentemente era la más normal del mundo.

-En Aym se tomaron muy en serio el fenómeno rúnico desde que surgió hace ciento treinta y tres años. Han dedicado casi cien años a estudiar y catalogar todas las runas existentes, en especial las conocidas como Runas Maestras.

-Entonces hay varias, y supongo que no son todas iguales.

-Supones bien, pequeño -se levantó y abrió la ventana para que entrase el frescor de la mañana. El aire de la habitación se llenó del perfume de las irisonias y las dedaleras-. Sin embargo desconozco el motivo por el cual buscan tu runa. Es evidente que planean usarla, por lo tanto intentarán matarte. Siento asustarte -Ka se acuclilló y miró a los ojos de Shinji-, pero creo que debes de estar advertido, pequeño.

-Tengo ya diez años.

-¿Perdona? -preguntó confundido.

-Que ya tengo diez años, no me llames pequeño -sentenció Shinji con un mohín, mientras cruzaba los brazos y se enfadaba.

-¡Ah, pero si no te llamo pequeño por tu edad! -Ka se "carcajeó" durante un buen rato-. Lo digo por tu estatura, que, aunque hayas crecido mucho, te sigo sacando metro y medio.

Shinji miró hacia otro lado ofendido de esa manera que sólo los niños pequeños pueden ofenderse. Tras un rato de oír reír Ka, se acercó a él y le agarró de una mano.

-Está bien, vamos. Pero antes prométeme dos cosas.

-Adelante -agarró la mano de Shinji mientras le penetraba con la mirada-.

-Protégeme con tu vida.

-Eso no hace falta que lo prometa, ya lo hice.

-¡Pero quiero que me lo prometas a mí!¡Tus superiores me dan lo mismo en este momento! Necesito saber que confías en mí y yo necesito confiar en ti.

-Está bien, lo prometo. ¿Cuál es la segunda?

-Que me consigas ropa, se me está congelando la picha.

Ka le miró confuso y, cuando entendió la segunda parte, casi se cae de la risa.

jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo V de Purgatorio: El príncipe

-Hay que continuar con los experimentos, pero parece que algunos se te están empezando a escapar de las manos, mago- el joven señor levantó la copa de cristal de Tyran y removió el licor de su interior.

-Mi señor, actualmente hay cuatro proyectos paralelos desarrollándose a la vez, no espere que pueda seguir todos y cada uno de ellos -el mago, con su sempiterna voz aterciopelada, se entretenía con una flor en su mano mientras estaba sentado en la fuente del jardín. Constantemente hacía marchitarse y florecer a la pobre glácida-. Además, los hermanos Uhlkson habían sido desechados del principal hace dos estaciones. Han sido tus espías los que no han conseguido mantenerlos a raya.

El jardín de palacio de Ëthrell se encontraba casi colgando del risco norte donde se emplazaba la fortaleza-palacio de Aure'nast. Allí se podían encontrar miles de especies únicas recogidas cuidadosamente por cada uno de los reyes de Ëthrell, pero especialmente por Amadeus IV el Naturalista. Medía unos cien metros de ancho y largo y una hermosa fuente de mármol presidía su centro. El jardín, como era de esperar, era de disfrute privado de los monarcas de Ëthrell y de su familia, por lo que el joven señor se encontraba solo con su vasallo, sentado en una mesita de fino hierro forjado disfrutando de una copa de licor de nueces verdes.

Johan Sebastian nal Ëthrell'n'aureum era el hijo mayor del actual rey Sebastian II y heredero directo a la corona. Esa tarde estaba ataviado con una casaca negra con bordado de oro, unos pantalones de fino lino blanco, unas botas negras de caña alta y la capa roja con un broche dorado que simbolizaba un dragón con cola de escorpión, o wyvern. Además, disfrutaba de una belleza cautivadora con su media melena negro azabache y unos ojos grises arrebatadores. En la corte era el orgullo de los nobles y el terror de las cortesanas, su apetito sexual y su promiscuidad era conocido por todo el reino pero su fama no parecía importarle.

En aquel momento, Johan le preocupaban otros asuntos más que los líos de faldas.

-El motivo por el cual decidiste soltar a los hermanos Ulkhsen es aún desconocido para mí, mago. Ilumíname-la soberbia de sus palabras no hacía mella en Hubris, el cual seguía ensimismado torturando a la pobre flor.

-Es bien sencillo, alteza. Los hermanos simplemente ya no nos eran útiles en el proyecto Átropos así que fueron reasignados a otro proyecto menos importante.

-¿No hubiese sido mucho más sencillo matarlos?

-¡Oh, no, mi señor! Seguían siendo útiles de cierta forma. Una vez salieron del estasis, se les proporcionó la información necesaria para que creyesen que su encierro se debía a los comandos especiales de Ëthrell-dejó que la flor se marchitase y arrancó otra de un matojo cercano-. Se les condicionó para que desarrollasen un odio acérrimo hacia el país y sobre todo hacia su familia, alteza.

-Así que les entrenaste como terroristas, muy astuto Hubris.

-Terroristas no, mi señor. No tenían asociación, solo ansias de venganza y poder más allá de lo que nunca vieron. Serían más como marionetas asesinas.

-¡Adoro tu juego, titiritero!-dejó la fina copa de cristal en la mesa y se levantó, la capa roja con el emblema del Wyvern azul de la casa real ëthrelina brillaba en con el sol del atardecer-. Es una muy buena idea, pero dime-su semblante se tornó oscuro y se acercó a zancadas hacia Hubris. Le agarró por las solapas y le levantó levemente-. ¡Por qué maldita razón has hecho que conozca al espécimen del proyecto Átropos, magucho de mierda!

El mago se sobresaltó e inmediatamente comenzó a brillar, preparado para lanzar un hechizo protector por acto reflejo. Sin embargo la sorpresa se dibujó en su rostro cuando recordó lo que portaba el príncipe en su mano izquierda. "Tarde" pensó, y ciertamente lo era. El resplandor azulado del hechizo comenzó a brillar cada vez más y empezó a desplazarse desde el cuerpo de Hubris hasta la mano izquierda de Johan. Cuando el brillo cesó, el príncipe dejó a Hubris en el suelo, completamente exhausto y sin fuerzas para moverse. Se colocó en posición fetal y susurró.

-Perdóneme alteza, ha sido un reflejo. Me siento completamente avergonzado de mí mismo. Me inclino ante tu voluntad e imploro compasión-la posición de Hubris y su hilillo de voz hacía que fuese una estampa realmente patética.

-Menos mal que dije que jamás podrías ponerme la mano encima-una mirada de desprecio recorrió todo el cuerpo inerte del mago-, que te quede bien claro Hubris, eres mío y no puedes traicionarme. Tú eres el titiritero y yo soy tu dios, magucho. Suerte que me siento clemente, tu castigo supondría dejarte sin tus queridas runas. ¿Recuerdas el dolor que pasaste para poder tenerlas? -la mirada de desprecio se tornó divertida y comenzó a carcajear como un lunático.

-Permíteme explicarme, alteza-trató de incorporarse pero sólo pudo apoyar la espalda en el borde de la fuente. El shock mágico le había dejado casi sin energía vital-. El sujeto M tomó contacto con los hermanos Uhlksen para poder ser activado, mi señor.

-¿Para activarlo?¿Es que acaso los experimentos no dieron resultado?

-Al contrario mi señor. Cuando comenzamos fue todo un éxito. Sin embargo no se dieron las reacciones esperadas inmediatamente. Al parecer todo el potencial del sujeto solo saldría a la luz en condiciones de extremo peligro, algo así como un sistema de defensa -el mago notaba como un líquido caliente rezumaba de su nariz y se lo limpió, al observarlo se dio cuenta de que era sangre. Continuó sin darle importancia-. Llegamos a la conclusión de que si desarrollaba su potencial desde un principio sería imposible controlar todas las variables.

-Así que preparasteis un escenario controlado al milímetro para que su poder despertase poco a poco, ¿no es así? -Johan volvió a sentarse en su silla y sorbió un poco de licor-. No entiendo como una explosión de ira es un escenario controlado.

-En una situación de estrés, su poder se libera de forma focalizada hacia algo en concreto, poniendo al sujeto al mando de sus poderes. La adrenalina es la que se encarga de ello, esa sustancia que según los alquimistas es la causante del estado de excitación en el combate es la que le permite enfocar sus poderes. Mediante aprendizaje mecánico, el sujeto sabrá activar y manejar sus poderes poco a poco. La división mágica fue su primera prueba.

-Sigues sin darme una respuesta, mago. Me estás empezando a irritar. ¿Por qué los hermanos Uhlksen?

-Los hermanos habían alcanzado un poder enorme tras haber sido liberados, eran los sujetos ideales para probar a M. Pero por favor, señor, no me malinterprete, simplemente emplee los recursos que tenía a mi alcance. Los Uhlksen eran dos, más la draig'kin que se les ha unido, extremadamente poderosos, ideales para probar a M.

-Ya veo. Sí, es cierto lo que dices-levantó la copa y volvió a remover su contenido, mirando a trasluz el líquido verde oscuro-. Los Uhlksen son poderosos. Pero el proyecto Átropos es aún más poderoso que los peones del proyecto Viento Rojo. ¿Qué hubiera pasado si M los hubiera destruido por completo?

Hubris se quedó momentáneamente sin palabras. Eso era completamente cierto, había desarrollado el proyecto Átropos de tal manera que se trataba de un ser prácticamente invencible y extremadamente poderoso, era capaz de eliminar a cualquiera. Si los Uhlksen no hubiesen huido, el proyecto Viento Rojo no podría haberse llevado a cabo. Pero aún así los Uhlksen eran deshechos del proyecto Átropos relocalizados. Podría haber desarrollado el Viento Rojo de alguna otra manera.

-Mi señor, admito mi error, pero los Uhlksen no son tan indispensables como aparentan -por primera vez le empezó a temblar la voz, y el todo aterciopelado pasó a ser tenue y rasgado-. Eran deshechos de otros proyectos simplemente los aproveché. Sin ellos el Viento Rojo se podría haber desarrollado de otra manera.

-Esa otra manera hubiese supuesto mucho más dinero, mi dinero; y lo que es peor, mucho más tiempo, MI TIEMPO -estrelló la copa contra el suelo y se levantó-. Hubris, deja de jugar con MIS jugetes, ¿entendido? El proyecto Piedra Angular ya ha comenzado su primera fase y no podemos permitirnos retrasar ninguno de los otros, ¿está claro?

-Sí...mi señor-el terror invadía cada parte de Hubris.

-De los cuatro proyecto, estos tres deben llevarse a cabo de manera coordinada. Quiero ver a los máximos responsables de Viento Rojo y Piedra Angular en mis aposentos esta noche. Y que te quede bien claro, Hubris: Que seas el coordinador y el principal investigador no te da derecho a inmiscuirte en el resto de mis planes.

-Lo si-siento muchísimo, alteza.

-Sólo el cuarto de ellos es suficientemente importante como para estar separado de los otros tres.

-Sí, pe-pero mi señor. Recuerde que sólo cuando los otros tres den su fruto, se podrá empezar el cuarto.

-Tienes un año, Hubris. Un año para que Átropos, Viento Rojo y Piedra Angular se lleven a cabo. No me importa lo que hagas, siempre que no intervengas. Sólo me interesa el proyecto Runa Maestra.

-Lo sé, alteza. ¿Me permite una petición?

-Dime, mago.

-¿Puedo perder el conocimiento?

-No en mi jardín, desaparece.

Cogió una campanita de la mesa y la hizo sonar. Dos guardias con capuchas negras aparecieron corriendo en el camino y, tras un gesto de Johan, se llevaron a Hubris del jardín.

Tras la conversación, el príncipe se quedó mirando a las montañas que se contemplaban desde la terraza-jardín. Le daba vueltas a la importancia de los cuatro proyectos paralelos que realizaba en la clandestinidad. Su padre pronto caería y podría deshacerse de la maldición en su mano izquierda. Quizás era demasiado ambicioso pero, ¿qué tenía que perder? Tenía veintitrés años y probablemente moriría en veinte o veinticinco. No tenía toda una vida para esperar.

domingo, 22 de mayo de 2011

Capítulo V de La Maldición: La decisión

El viaje de vuelta desde los pantanos estaba siendo muy duro. Hacía ya dos noches que habían pasado la Cordillera Frontera y se encontraban de nuevo en Kurbogia, pero aún así el cansancio físico y psicológico hacían mella en el grupo de jóvenes kurbogs. En todo el viaje casi no habían cruzado palabras entre sí, incluso las usuales partidas de chinchiroín entre Hailo, Merk'el y Som'atha habían sido relegadas a una simple rutina vespertina, que practicaban antes de ir a dormir. D'hira y Kin'ian pasaban gran parte del tiempo juntos, aunque no solían conversar. Juu por su parte se encontraba extraño, acostumbrado a ser regio y pensativo ahora adoptaba una pose de orgullo que casi se podría confundir con un aire de diversión.

Acamparon al atardecer cerca de los bosques de Gosso, en los alrededores de Canderia, una zona desde donde se podía ver claramente toda la llamada Cordillera Frontera, un macizo montañoso que separaba Kurbogia de las zonas inexploradas al noreste y de Bonmeria al noroeste. Sus cimas en aquella zona no eran excesivamente altas debido a la proximidad del mar pero aún así les costó bastante esfuerzo sortearlas. De todas maneras la estampa era especialmente bucólica: las faldas de las montañas estaban florecidas con las glácidas típicas de vitaem y lo cubrían todo con un manto blanco azulado, en el cercano bosque también florecían los tiernobrotes llenando el aire con un aroma dulce y fresco y una suave brisa peinaba la zona. Sin embargo ,en el campamento, los ánimos no mejoraban.

Mientras los manarils montaban la tienda, Juu los volvía a observar con autocomplacencia.

-Su mirada cada vez me da más escalofríos-D'hira estaba sentada en una caja jugueteando con los amarres de las tiendas mientras Kin'ian las levantaba-, a veces cuando me habla me siento sucia.

-Es tu superior, tienes que acatar lo que te dice- contestó sin girarse.

-¿Acaso te criaron así? Haz lo que tengas que hacer sin importar las consecuencias-la ira brotaba de las palabras de la joven-. Da igual que te sientas como un cacho de mierda mientras tengas la zarpa de tu queridísimo maestro Juu dándote palmaditas en la espalda, ¿es eso?

-Me da igual lo que pienses. También me da igual sus palmaditas en la espalda.

-¡¿También te da igual la muerte de Somta?!¡¿Pero te estás oyendo?!¡¿Y tú vas a ser un fairanil?! -estrelló los amarres contra el suelo con furia y se levantó agitada- ¿De ti van a depender otros manarils? Si todos pensasen como Juu o como tú, nos habríamos extinguido hace eras. Ahora eres tú el que me repugna- escupió al suelo y se quedó mirando al joven, que seguía manoseando las barras de las tiendas, de espaldas a su compañera-. ¿Es que no piensas decir nada?¿Te vas a quedar ahí haciendo "lo que debes"?¿Ni siquiera te vas a defender?

Kin'ian dejó escapar un suspiro de exasperación. D'hira no veía lo que hacía desde su posición pero en realidad no estaba montando la tienda. No había podido. Cada vez que intentaba poner una barra se olvidaba de sujetarla y esta se caía, no estaba atento a lo que estaba haciendo. Le daba vueltas a la cabeza, a la batalla con la bestia, a las acciones de su maestro y, sobre todo, a las palabras de D'hira. Levantó la vista y miró al cielo del atardecer. En la provincia de Canderia el cielo era muy claro y el aire muy frío, nada que ver con el profundo azul y la calurosa brisa de las colinas de Toos. Tenía ya treinta años, iba a ser un adulto según la tradición kurbog... Pero en su cabeza bullían ideas prohibidas.

Lo malo de una enfermedad radica en que poco a poco te roba la fuerza vital hasta quitarte la vida. Pero lo verdaderamente malo era la capacidad de transmitirse desde enfermos a personas sanas. Sin embargo tienen un punto débil y es que, si se toman medidas con suficiente antelación, la enfermedad desaparece. Una idea es parecida a una enfermedad. Se desarrolla en la cabeza de una persona que la va madurando poco a poco. Cuando la idea está madura esta se transmite entre individuos y, si está suficientemente desarrollada, hará efecto y repetirá su ciclo de forma indefinida. La diferencia es que, si se trata de erradicar una idea una vez se ha sembrado el germen de la duda, no se eliminará, sino que se arraigará más profundamente y se desarrollará con mayor velocidad.

En aquel momento, Kin'ian pareció quedar absorto en su introspección. D'hira le seguía mirando con rabia. Una rabia que poco a poco se trocaba en tristeza. Las lágrimas de impotencia asomaban por el rabillo de sus ojos cuando Kin'ian se dio la vuelta y la miró con firmeza.

-Sí, D'hira, voy a hacer lo que debo. Voy a montar esta tienda, voy a recoger las armas, cubriré las presas con raíz y me iré a la cama -La increíble fuerza que desprendían los ojos de Kin'ian desconcertaba a D'hira, que no pudo contener más las lágrimas. Con profunda tristeza permanecía muda, se sentía sola en un campamento de seis personas-. Luego, cuando me levante un poco antes del amanecer cogeré mi arma, mis raciones y mis capturas y emprenderé el camino.

D'hira, herida y hundida por la impotencia se secó los ojos con el dorso de la mano y dirigió una última mirada a Kin'ian de infinito desprecio. Se giró con brusquedad y empezó a alejarse. Antes, se volvió un instante.

-Pues que sepas que partimos hacia Canderia después del amanecer. No te preocupes, cuando lleguemos estaremos al mismo nivel, fairanil. Suerte que no voy a volverte a ver en mi vida.

-Por eso mismo me voy antes del amanecer, D'hira. No voy a Canderia.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de la kurbog. Se quedó sin habla durante un momento y en su pecho notó como su corazón latía cada vez más rápido. Ahora sí que estaba confundida.

-¿Y dónde vas entonces? Allí es donde hacemos escala antes de ir a Kithael.

-Oh, sí, voy a ir a Kithael. Pero no voy a hacer escala en Canderia. Me voy directamente a la capital, solo.

-Pero...-las palabras se agolpaban en los labios de D'hira, no sabía que decir- ¿Por qué?¿Qué pretendes hacer?

-Simplemente lo correcto, Dhira. Juu no es mi maestro ya. Tu y yo ya somos fairanils, o al menos lo seremos, no tenemos que seguir sus ordenes nunca más. Una vez sea proclamado fairanil y adulto denunciaré a Juu ante el Consejo Judicial.

-Pero no tienes pruebas, Kin'ian. Él es un telinam, un maestro rastreador. Kiurgo tendrá mucho más en cuenta su palabra que no la tuya.

-Si es así -Kin'ian se giró y dirigió su mirada hacia el horizonte-, entonces renunciaré a ser un fairanil.

-Se te considerará un traidor- bajó la mirada con tristeza.

-Lo sé, prefiero serlo a ser cómplice de asesinato -volvió su rostro hacia D'hira y la miró con decisión-. Además, también debo ir a la Costa Morada, Somta era de Masar. Quiero darle la noticia a sus padres en persona.

El silencio se adueñó de los dos por un momento mientras se miraban a los ojos. La fiereza se reflejaba en los de Kin'ian como nunca antes había contemplado D'hira. Y en solo un segundo, D'hira comprendió lo que verdaderamente le importaba. Se dio cuenta de que se había pasado toda su vida siguiendo la estela de una estrella fugaz y cuando consiguió atraparla, calcinó todas sus esperanzas con su luz. Ahora que ya nada tenía sentido para ella las palabras del "chico bien" la llenaron de nuevas ilusiones. Sintió que tenía una nueva estrella fugaz que perseguir, aunque esta vez, si moría en su fuego, no le importaría. Cuando no se tiene nada que perder se tiene todo por ganar.

-Pienso acompañarte-Kin'ian hizo un amago de protesta pero la kurbog le interrumpió-, antes de que digas nada de bla bla esto es sólo cosa mía, bla bla no lo puedo permitir y bla bla bla soy el señor perfección que sepas que pienso ser tu puñetera sombra te guste o no, porque has dicho la primera cosa sensata en lo que te conozco. Y como se te ocurra marcharte sin mí iré a buscarte hasta la mismísima Terra Incógnita si hace falta.

-Está bien -Bajó la cabeza de nuevo y soltó un bufido de exasperación-. Pero no molestes.

-Lo mismo te digo.

Como si estuviera rabiosa tomó rápidamente el camino y se alejó de las tiendas de Kin'ian pisando fuerte.

-D'hira, ¿dónde vas?

-¡A la cama, zoquete!

-Pero si tu tienda es esta -y señaló la que tenía a su derecha.

Completamente roja de vergüenza, la chica volvió a toda prisa casi dando saltitos y mirando al suelo, cuando pasó por al lado del joven susurró un ininteligible "ya lo sabía" y se metió dentro mientras Kin'ian la seguía con la mirada. Cuando recordó lo que estaba haciendo, el todavía manaril volvió a su tarea de montar el resto de tiendas mucho más concentrado.

En el interior de su "verdadera" tienda, D'hira se daba de cabezazos contra la barra mientras blasfemaba. Suerte que no estaba allí Som'atha para verla. No hubiese soportado más chascarrillos sobre lo roja que estaba o lo atenta que se ponía cuando se acercaba Kin'ian.

¡Pero si no soportaba a ese maldito cachorro de teta! El "chico bien" siempre había chocado con la forma de ser de D'hira. Cierto es que los dos siempre se exigían el máximo y tenían que hacerlo todo bien, pero a Kin'ian no parecía importarle los cumplidos. Era como si lo hiciese porque sí, porque es lo suyo hacerlo bien y su maldita hipocresía le hiciera inmune a los cumplidos. Estaba convencida de que era lo único que él buscaba, que le alabaran, que comentaran su fama y su habilidad. Estaba segura que se acostaba por las noches con una maldita sonrisa de satisfacción al saber que todo el mundo le adora y que es mejor que todos a su alrededor. Eso le hervía la sangre. D'hira nunca recibió ningún cumplido pese a hacer todo igual que él. Pero claro, ella era una mujer, aunque pudiesen ser cazadoras estaba destinada como mucho a llegar a telinalm, el ser maestra de caza estaba fuera de su alcance y la política aún más. Pero Kin'ian tendría el cielo abierto. ¡Joder, si hasta la había convencido para irse con él como si nada!.

En esos momentos, D'hira ardía de rabia por lo que él hacía, pero lo que más la frustraba era que por más que ella demostrase ser buena, todos la ignoraban. Se fue a dormir con una idea peligrosa en la cabeza. Mucho más que la idea que le había contagiado Kin'ian. La idea era que por qué el único reconocimiento que buscaba ahora era el de él. ¿Por qué había dicho que iría a buscarle hasta Terra Incógnita? Se estaba volviendo loca, se durmió odiándole con toda su fuerza, pero con la esperanza de verle mañana temprano. Si él no la esperaba, jamás se lo perdonaría.