miércoles, 13 de abril de 2011

Capítulo I de El Alma: Protección

Las sábanas estaban frías y el colchón demasiado duro. Las habitaciones de los iniciados en el templo de Padiilia eran famosas en los cinco reinos por ser tan frías como la Barrera Helada y tan húmedas como el mar Central. Shinji daba vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Nunca dormía. Se levantó y se puso la túnica roja, camino a la biblioteca para leer un rato.

Mientras vagaba por los corredores admiraba el exterior. El edificio residencial del Santo Templo de Daigon se situaba en lo alto de una colina especialmente empinada llamada Montemar. El Santo Templo era un enorme complejo compuesto por seis edificios unidos por corredores elevados. Para el observador exterior se trataba solo de una enorme mole en la cima de una montaña, sin embargo, una vez pasado el enorme muro que la separaba del exterior, uno se adentraba en un jardín gigantesco.

En el centro del Santo Templo se encontraba la Cámara del Origen, el lugar donde se oficiaban las misas multitudinarias para todos los acólitos. Se trataba de un palacete con una cúpula central de cristal y que contaba con tres pisos de altura. Su fachada de mármol amarillo estaba decorada con escenas de las fábulas y las leyendas de la religión daigoniana y bajo sus entrañas, además, se encontraba la Sala del Inicio.

Anexo a la Cámara del origen, en su lado oeste, estaba el edificio de la biblioteca, una torre demasiado gruesa donde se encontraban los incunables más apreciados en todo Alleria. Al otro lado se erigía el Cuartel, un lugar de preparación para los caballeros cruzados de Daigon que disponía hasta de su propio taller de maquinaria bélica. Sin duda un edificio impresionante con estructura similar a la de una fortaleza, mayor incluso que la Cámara del Origen, aunque ostensiblemente menos preciosista.

En la parte trasera del complejo, colgando literalmente de un acantilado se encontraba la zona residencial de acólitos y el palacio del Sumo Teúrgo. Todo esto unido por corredores desde los que se podían contemplar tanto las impresionantes vistas de la cordillera padiiliana como todo el Santo Templo y el Muro de la Purificación que protege todo el complejo.
Mientras caminaba por los corredores, el frío de la noche se colaba bajo su túnica, con lo que empezó a tiritar y estornudar. Shinji siempre había sido un niño enfermizo.

Su padre, Lord Lirio Hakam, poseía el feudo de Wirlain en la costa astrana de Padiilia. Su poder e influencia en el consejo del Santo Imperio no era desdeñable por lo que, como era de esperar de la alta nobleza padiiliana, tuvo cuatro hijos, cada uno con una función predefinida antes de ver la luz. El primogénito, Masd, estaba destinado a continuar con la carrera política de su padre y a cuidar de sus tierras. El segundo hijo, Ayur, se encargaría de proteger el feudo armándose como justícar y pondría su espada al servicio de Wirlain. El tercer hijo , Amus, daría su vida por los intereses de Daigon y de su país, ingresando en los Cruzados para extender la gracia del señor. Shinji, como cuarto hijo, debía encargarse de la fe en sus tierras.

Recordaba muy vagamente a su padre, ya que fue internado en el Santo Templo a la tierna edad de tres años. Lo único que le venía a la memoria era un rostro constantemente pensativo, marcado profundamente de arrugas, con una barba ya canosa debido a la ajetreada vida política en el consejo. Sabía que había tenido otro hermanito más, dos años después de internarse. Por las nuevas que le hacían llegar de vez en cuando los mensajeros de Wirlein al parecer se llamaba Camil, y era una niña. Shinji sabía que su destino era desposarse con el hijo de otro Lord para que la familia pudiese ejercer derecho sobre otro feudo más. Todas estas intrigas palaciegas le eran completamente ajenas al niño, el cual vivía en casi completa reclusión, feliz pese a las circunstancias.

Su padre nunca había ido a verlo y su madre, lady Minerla, dejó de visitarlo a los dos años ya que murió en el parto de su hermana. Realmente no le entristecía. Notaba como si su verdadera familia fuese el templo, como si los acólitos fuesen sus hermanos de sangre, y no solo de fe. Y como si los teósofos fuesen sus padres, siempre vigilantes y dispuestos a repartir algún que otro castigo para imponerse. Su "verdadera" familia los sentía como parientes lejanos, de esos que te visitan una vez al año o de los que conoces noticias sobre ellos en breves reuniones familiares. Lo que tenía bien clao Shinji es que, pese a sus verdaderas aspiraciones, su destino era ser nombrado Teúrgo, quien sabe si algún día llegaría a Sumo Teúrgo, todo por el bien de la casa Hakam.

La luz de las lunas se filtraba entre las columnatas del puente que unía la biblioteca. Shinji se detuvo un momento y se apoyó en la barandilla para contemplar la espléndida noche de thermios. Podía ver la silueta de la Cámara del Origen, con su cúpula en forma de "caramelo chupado". increíblemente, encaramada a esa cúpula, una figura oscura miraba también al firmamento. Ensombrecida, Shinji no discernía de quien se trataba y un escalofrío le recorrió la espina dorsal cuando dos ojos azules brillantes se giraron y parecieron mirarle desde tan lejos. Asustado se apartó bruscamente y lanzó un grito ahogado. Corrió hacia la puerta de la zona residencial todo lo que pudo azuzado por un miedo irracional. Cuando se giró para comprobar si la figura seguía allí se sorprendió al ver que había desaparecido.

-Ha sido una alucinación, nada más. Como las de por las noches...qué susto.

-No soy producto de tu mente, human'an.

Una voz fría, sin asomo casi de emoción y a todas luces "metálica" surgió de la espalda de Shinji. Con una mueca de terror, el niño se giró y se encontró de frente con la enorme figura que hace unos instantes estaba encaramada a la cúpula. No pudo gritar, el shock le había dejado sin habla y sólo podía balbucear mientras las lágrimas le recorrían las mejillas y la orina manchaba sus piernas. Poco a poco retrocedió buscando la seguridad de una puerta, pero al encontrarse con la barandilla dio tal sobresalto que cayó al vacío. Mientras caía se asombró de lo estúpido que se puede llegar a sentir uno cuando muere, al menos cuando muere de manera tan absurda. No le dio tiempo a cavilar lo suficiente acerca de la filosofía de la muerte por gravedad. Un relámpago dorado cayó sobre él y lo envolvió para inmediatamente después devolverlo al puente del que se había precipitado. Aún asustado pero entumecido por la experiencia, se apoyaba en una columna sentado en el suelo mientras luchaba por no ceder a un ataque de ansiedad:

-¿¡Qué eres, qué quieres de mi!?

-Mi nombre es Ka-el chasquido metálico de su voz era sumamente extraño-, denoto por tu primera pregunta que jamás has visto a uno de mi especie. Tu segunda pregunta es lógica, dado que no conocías de mi existencia y nuestro encuentro es fortuito, no debería de haber ocurrido antes de lo previsto ya que ,según estipula mi contrato, no puedo establecer contacto con el objetivo hasta que no se me de la orden de llevar a cabo la tarea para la que he sido asignado. ¿Contesta eso a ambas interrogativas que has propuesto?

Asombrado y al borde de un ataque de nervios, frente a aquella perorata de explicaciones inútiles Shinji no podía sino poner cara de completa perplejidad. Una vez asimilado lo absurdo de aquella situación estalló en carcajadas nerviosas. Cuando se calmó un poco observó al extraño ser: iba cubierto al completo por una túnica gris de tela fuerte por lo que no podía ver ni el torso ni las piernas. La cabeza también estaba cubierta por una especie de sombrero ancho de ligeramente cónico del que caía una tela que cubría toda la cabeza salvo una línea. Las dos únicas cosas que permitían a Shinji identificar a ese ser como de otra especie eran los dos puntos luminosos de color azul que se suponen que eran sus ojos (los cuales se veían en la única línea que dejaba al descubierto la tela del sombrero) y su estatura. Pese a la increíble dimensión de las columnas del puente, el ser tenía que encorvarse ligeramente para poder andar y, teniendo en cuenta que Shinji era alto para su edad, el extraño no solo doblaba en tamaño al niño, sino que casi lo triplicaba. Lo único que pudo ver Shinji bajo tanta ropa fue unas botas de acero dorado con finas filigranas en plata.

-Entonces, ¿de qué raza eres?- preguntó algo asustado aún.

-Soy un praetoc. Emisario del Imperio Dorado de Aym y encargado de tu protección en la sombra. La pregunta ha sido más que correcta, ya que ha sido precisa en cuanto a preguntarme mi "raza" y no simplemente referirte a "qué soy" ya que entonces tendría que darte información acerca de mi profesión, la cual cumplo con optimo rendimiento y...

-¡Vale, vale! Lo pillo. Dime, ¿siempre hablas tanto?¡No! No contestes, lo doy por hecho- Shinji rió de nuevo, visiblemente más calmado y con cierta curiosidad-. En fin, ¿praetoc?¿Qué es un praetoc? No eres de Alleria, ¿verdad? ¿Vienes del antiguo continente?¿O vienes de Cassinia? Seguro que no provienes de las islas del sur, allí dicen que no son tan altos.

-Para ser alguien que se queja de que los demás hablen demasiado eres un chico con muchas preguntas. Me gusta, son preguntas concretas -hubo un breve destello en sus ojos, como un parpadeo, mientras hablaba, sonidos metálicos salían del interior de la tela del sombrero-. Provenimos del continente que los orgánicos conocéis como el "Continente Fantasma". Nosotros lo llamamos Rodinia. No somos dados a mostrarnos entre vosotros dado que desconfiáis de los seres como yo, sin embargo solemos recorrer vuestras tierras a menudo de incógnito.

-Espera, ¿cómo nos has llamado?-preguntó el chiquillo con extrañada curiosidad.

-¿Orgánicos te refieres? Supongo que es a esa palabra la que te refieres dado que es con la que he denominado...

-Sí , sí. - replicó Shinji con impaciencia-.¿Por qué nos has llamado así? ¿Acaso no estás vivo? -cuando formuló la pregunta se sorprendió y se tapó la boca, ya había salido a la luz su curiosidad insaciable y había hecho una de "esas" preguntas-. Lo siento, no quería...- Tras unos instantes de pausa, un sonido como de placas chocando al a un ritmo constante empezó a surgir del sombrero de Ka, era una música curiosa y el cuerpo del praetoc se movía. Era como si...- ¿Te has reído?

-Sí, me resultas muy gracioso, pequeño human'an. La curiosidad es una de las virtudes más apreciadas en mi especie por eso es difícil que nos ofendamos por una pregunta tan atrevida. Cuando vives tanto aprendes que los que nunca pierden la curiosidad son los que disfrutan de verdad de la vida- Ka miró a Shinji por un momento y se acuclilló frente a él. Del interior de su túnica surgió una mano enguantada en placas de oro con filigranas de plata. La mano le ayudó a ponerse en pie pero Shinji aprovechó el momento para curiosear un poco entre los pliegues de la túnica. La vista le dejó maravillado.

-¡Se mueven!¡Son de oro y se mueven! Pero sí...tu brazo es...¿dos codos? ¡Guau, eres chulísimo!-Ka "carraspeó" un momento y se cubrió de nuevo, como avergonzado.

-Sí, esto...gracias. Siguiendo con la explicación, sí, estoy vivo como tú. La única diferencia radica en nuestra materia prima. Yo estoy hecho de engranajes y metal y tu de huesos y carne.

-Entonces...debes de ser fortísimo...¿por qué estás aquí?

-Mi fuerza es similar a la de un draig'kin adulto, pequeño. Pese a nuestro cuerpo metálico sentimos el tacto al igual que vuestra piel, human'an. Y ya te lo he dicho antes, mi misión es protegerte.

-¿Protegerme de qué?

Una explosión en la cúpula de la Cámara de los Orígenes iluminó la noche. Los cascotes nevaban sobre los jardines milenarios. Shinji, que ya estaba de pié, se tambaleó y cayó encima de Ka, que no se movió ni un ápice. Mientras el praetoc le sujetaba pudo sentir el tacto del ser a través de la tela, a pesar de todos aquellos engranajes del pecho del praetoc notaba algo extraño. Estaba caliente.

-De tu propia raza, pequeño. Protegerte de los human'an.

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